Próximos al inicio de estas fiestas, que sin ser las más importantes en la historia de la liturgia (evidentemente es la Pascua), sí son las más entrañables gracias, entre otros aspectos, a la Nochebuena, la noche más dulce del año, independientemente que sea cada vez más profanada, son celebraciones que acogen una gran enseñanza teológica dogmática y ofrecen, gracias a la contemplación del Misterio, una densa espiritualidad. Esta enseñanza, esta espiritualidad encuentran su base en la celebración gozosa del Nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo según la carne. En este enunciado, pues, está todo expuesto. Lo iremos considerando en los próximos días. Aun así, recomendamos, y mucho, la asistencia a los oficios litúrgicos pues en los textos de la Santa Misa encontraremos todo lo necesario para comprender, entusiasmarse, acoger tanto Don ofertado a los pecadores.
Hoy, simplemente, expondremos, en atención a una de las figuras más entrañables de los textos evangélicos, y de nuestro nacimientos parroquiales y hogareños, hablamos de los pastores los cuales, pasando la noche al aire libre velando por turnos el rebaño, fueron galardonados con un anuncio angelical a la “altura” del recibido por Zacarías, Santa María, y San José, anuncio que les transmitió tres conceptos elementales: PAZ, ALEGRÍA, GLORIA. Tres conceptos, y tres actitudes. Pero, muy especialmente, tres regalos para todos. Tres conceptos; tres actitudes; tres regalos que explican la Navidad.
La NAVIDAD es un anuncio de PAZ. Nace el “príncipe de la Paz”, según profecía de Isaías, para darnos a los hombres “de buena voluntad” este Don del Cielo. Paz que no tiene relación con la que “ofrece” el mundo.
La NAVIDAD es el anuncio de un Nacimiento que provoca en quienes lo reciben, y lo transmiten, una ALEGRÍA inconmensurable. Como les pasó a los pastores que, inmediatamente después de recibir la “buena noticia” se fueron con rapidez a ver lo que había sucedido. Se lo contaron a cuantos pudieron, y al regresar a sus rebaños estaban llenos de esa alegría que sólo Dios puede colocar en nuestro corazón. La alegría que nunca desaparece.
La NAVIDAD es un anuncio de GLORIA. Dios es glorificado en los Cielos eternamente. Y es glorificado como El quiere que ocurra, por primera vez en la historia, por medio de los ángeles. El Verbo congrega en sí la Gloria que le corresponde por ser Dios eterno, y la que necesita para dar gloria al Padre, por su vida en carne mortal, en obediencia de amor en favor de los pecadores.
Así pues, nos encontramos con una sencilla trilogía que puede ser también nuestra ascética navideña, a saber, cultivar la Paz, la Alegría y la Glorificación que han de partir de nuestro corazón, pues Dios los quiere sembrar en él en esta Nochebuena.