ALGO SOBRE LA DEVOCIÓN A LA VIRGEN DEL PILAR

by AdminObra

Tras el levantamiento de una humilde capilla por parte del Apóstol Santiago, sucedieron decenas de avatares sobre la misma.

En la misma Zaragoza, muchos cristianos padecieron persecución sangrienta por parte de los Edictos imperiales.

Tras la presencia romana, vendrían las invasiones de vándalos y demás pueblos de la frontera. Todos ellos, o la mayoría, proclamando su fe arriana.

Seguidamente, el furor musulmán.

La capillita sufriría durante todos estos siglos, pero la imagen y la columna permanecieron intactos, y un templo sucedía a otro debidos a la piedad y las ofrendas de los fieles (San Gregorio Magno dejó constancia –siglo VI- de la existencia de una pequeña capilla de pobre construcción, a orillas del Ebro), hasta que el último de los Austrias, Carlos II, mandó construir el grandioso templo que existe hoy, y cuya primera piedra se puso el día de Santiago, del año 1686.

Con la llegada de los Borbones, el rey Felipe V, daría un decreto el 8 de marzo de 1720 en que se prohibiese toda clase de escritos en que se controvertiese la certeza de una tradición tan querida por el pueblo aragonés, ganándose así el favor de todos ellos.

El mismo monarca solicitó y obtuvo de la Iglesia una sanción solemne, que fue que el Papa Inocencio XIII, en 1723, instituyó la festividad de la Virgen del Pilar en 12 de octubre de todos los años, añadiendo que al fin de la última lección del “segundo nocturno” se refiriese la historia de la Venida de la Virgen en carne mortal a Zaragoza, su Aparición a Santiago, y la Conducción por los ángeles del Pilar.

Pero ya antes, todos los reyes de Aragón doblaron sus rodillas y besaron en la capilla que custodia a Nuestra Señora, siendo de este modo que su devoción se propagase considerablemente durante el siglo XIII. El templo que había entonces, románico, estando en muy mal estado sería restaurado con el apoyo del Papa Bonifacio VIII, convirtiéndose en Colegiata.

Allí rezarían la Reina Católica, Isabel, y su hija, Juana, y su nieto, el Emperador Carlos, y su bisnieto, Felipe II; también Felipe III y Felipe IV; hasta que finalmente, Carlos II tuvo el detalle de edificar semejante templo.