Consideración sacerdotal
“Hay una estrecha ligazón entre oración y perfección, de manera que un error sobre la primera puede llevar a un error común o general sobre la segunda. Santo Tomás no contempla al sacerdocio como un estado de perfección; sin embargo, describe el episcopado y la vida religiosa como estados de perfección. De esto resulta la vaga sensación, posiblemente inferior a lo común, de que un sacerdote, como sacerdote, no está llamado a la misma perfección de vida que un religioso. Esto es completamente erróneo.
No es preciso discutir la cuestión, que cambia respecto a la época de Santo Tomás, y que le hubiera llevado a alterar su parecer sobre el sacerdocio como un estado de vida. La obligación de un sacerdote de ser perfecto tiene otras fuentes. Surge de su propio ministerio, y del cometido que ha de realizar, le viene no sólo una obligación diferente, sino muy superior a la de un religioso. Un religioso está obligado a tender a la perfección, y su estado de vida está excelentemente trazado para ayudarla a obrar así. Pero un sacerdote, como dice el cardenal Manning, está obligado a ejercer perfección. Debe ser santo antes de la ordenación. Su obligación como sacerdote es ser santo; la obligación de adquirir santidad nace, precisamente, de la necesaria santidad que es requerida por su ministerio”.
(P. Eugene Boylan).