La ordenación del Antiguo al Nuevo Testamento se expresó por medio de “figuras” o “tipos”.
Hablamos de la dimensión “tipológica” de la Sagrada Escritura, la cual reconoce en las obras de Dios del Antiguo Testamento, PREFIGURACIONES de los que Dios realizó en la plenitud de los tiempos en la Persona del Verbo Encarnado.
Hablamos de acontecimientos y personajes que “contienen” a Cristo, y anuncian a Cristo. Así, por ejemplo, el Diluvio y el Arca de Noé prefiguran la salvación por medio del bautismo.
Cristo nos ayuda a abrir los ojos de la fe a la hora de leer el Antiguo Testamento, y a descubrir el inagotable contenido cristiano que acoge.
Esto, empero, no debe llevar a olvidar que el Antiguo Testamento posee un valor propio como Palabra de Dios dirigida a los hombres de todos los tiempos, que Jesús reafirmaría con su recurso constante a los textos sagrados. En otras palabras, los textos del Antiguo Testamento, además del contenido de verdad que expresan en su sentido literal-histórico, poseen un contenido profético-tipológico de indudable riqueza, que delinea aspectos centrales de la Persona y de la Obra de Cristo.