Desde el inicio, la maternidad de divina de María es creída como maternidad virginal: el origen humano de Jesús se realizó sin la intervención de un padre humano. En este origen se muestra el DON GRATUITO de Dios y el nuevo inicio en la historia de la salvación, compara le a la primera creación.
Por otra parte, también María permaneció marcada para siempre por el acontecimiento de la Encarnación: la virginidad es la expresión corporal de su apertura a Dios. En la virginidad perpetua de María encontramos un vínculo entre realidad corporal y virtud espiritual. La Iglesia profesa a María como “siempre Virgen”, virgen antes del parto, en el parto y después del parto (virginitas ante partum, in partu, post partum).
La fe de la Iglesia en la virginidad de María es todavía más antigua que la formulación explícita de la maternidad divina. Mientras que el título Theotokos se impuso en el siglo IV, encontrando después la aprobación solemne en el Concilio de Éfeso, la designación “Virgen” se reconoce para María ya en el siglo II y se presenta en todos los antiguos símbolos de la fe.
En la Iglesia Antigua, la virginidad de María era la contraseña de la verdadera divinidad de Jesucristo. San Atanasio, por ejemplo, afirma: “Cuando el Hijo de Dios vino entre nosotros, se formó un cuerpo tomándolo de la Virgen para ofrecer una prueba no irrelevante de su divinidad”.
El sínodo de Letrán del año 649, presidido por el Papa Martín I, recalcó los tres momentos de la virginidad de María cuando enseñó: “la santa, siempre virgen e inmaculada María concibió del Espíritu Santo sin semilla, dio a luz sin detrimento de su virginidad y permaneció indisoluble su virginidad después del parto”.
La virginidad de María comprende: la “virginitas mentis”, es decir, la perpetua virginidad de su espíritu, la “virginitas sensus”, es decir, la inmunidad de todo movimiento desordenado del apetito sensual; y la “virginitas corporis”, es decir, la integridad corporal.
El dogma católico se refiere ante todo a la INTEGRIDAD CORPORAL.
Al igual que en la concepción, también en el parto se mantuvo su integridad virginal.
La virginidad en el parto es diferente de la virginidad en la concepción y se añade como una NUEVA FASE.
La explicación relaciona integridad corporal con la exención de desordenada concupiscencia. Esta exención tiene como consecuencia el dominio absoluto de las fuerzas espirituales sobre los órganos corporales y procesos fisiológicos. De este modo, se puede explicar la falta de dolores físicos y sobre todo la falta de afectos sexuales. LA INTEGRIDAD CORPORAL ES EL ELEMENTO MATERIAL DE LA VIRGINIDAD EN EL PARTO, MIENTRAS QUE LA FALTA DE AFECTOS SEXUALES ES EL ELEMENTO FORMAL.
Finalmente, el fundamento de la doctrina eclesiástica sobre la virginidad de María después del parto es la relación en la que se situó ella frente a Dios por el nacimiento del Mesías. Pertenece a Dios de manera especial por el Hijo que concibió del Espíritu de Dios. Por esta su función en la historia de la salvación ha sido SEPARADA del mundo como nadie lo fue nunca, y entregada totalmente a Dios. Le pertenece de una manera incomparable. El la ha santificado, ha puesto sobre ella su mano de modo único.