SEGUNDA PARTE
CAPÍTULO VI
LA EDUCACIÓN
Educación para la vida
- ¿Qué decir de la llamada educación sexual natural?
La llamada educación sexual natural sostiene ingenuamente que podrá instruir a jóvenes contra el desorden sexual por medios puramente naturales y sin ayuda alguna de Dios, iniciándolos sin distinción de sexo en materia tan delicada; pero la dolorosa experiencia de muchos lugares demuestra que con demasiada frecuencia los resultados son negativos.
La educación sexual natural olvida que se debe educar a los jóvenes de manera que entiendan la donación de sí mismos en el amor humano, reflejo y participación del amor de Dios al hombre, con ayuda de los medios que proporciona la Iglesia, como la doctrina cristiana y la gracia de los sacramentos. Una verdadera educación sexual debe fundamentarse en la educación de la afectividad y en la formación para el cultivo de las virtudes en la persona.
- ¿Y a quiénes compete la oportuna instrucción sobre el origen de la vida?
La oportuna instrucción sobre el origen de la vida y sobre todas las cosas que se refieren a la sexualidad, compete a los padres. Y también a los educadores que, en ausencia de aquéllos o complementando su función, brinden esta instrucción a los niños y jóvenes, de acuerdo con sus padres, con la prudencia del caso y los medios convenientes, entre los que no debe faltar el auxilio espiritual de los medios sobrenaturales, para contar así con la ayuda de la gracia de Dios.
- ¿A quién pertenece la educación cívica de la juventud?
A la familia, a la sociedad civil y al Estado pertenece la educación cívica, no sólo de la juventud sino de todas las edades y condiciones, proponiendo públicamente las cosas que orienten la voluntad de los hombres hacia lo honesto, y conduzcan a la sociedad por un necesario orden moral, poniendo los medios para prever e impedir lo que se oponga a una correcta formación ciudadana.