Hoy, 24 de febrero, la Iglesia celebra a:

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  1. San EVECIO, mártir. En Nicomedia. En tiempos de Diocleciano rompió el edicto promulgado contra los cristianos por los que fue sometido a crueles tormentos. (303).
  2. San MODESTO, obispo. En Tréveris. (480).
  3. Beato CONSTANCIO SÉRVOLI de FABRIANO, presbítero. En Ascoli Piceno, Italia. Dominico. Se distinguió por su austeridad de vida y su celo por promover la paz. (1481).
  4. Beato MARCOS de MARCONI, religioso. En Mantua. Ermitaño de San Jerónimo. (1510).
  5. Beato TOMÁS MARÍA FUSCO, presbítero. En Campania, Italia. Manifestó un amor grande hacia los pobres y necesitados, y fundó el Instituto de Hijas de la Caridad de la Preciosísima Sangre, para trabajar entre los jóvenes y los enfermos. (1891).

Hoy recordamos especialmente a SAN ETELBERTO

Etelberto, rey de Kent, se casó con una princesa cristiana llamada Berta, que era hija única de Chariberto, rey de París. Etelberto concedió a su esposa plena libertad para participar de su religión, y Berta llevó a Inglaterra a Liudardo, un obispo francés. La tradición habla de la piedad y las amables virtudes de Berta, que indudablemente impresionaron mucho a su marido; sin embargo, el rey no se convirtió hasta la llegada de San Agustín y sus compañeros.

Los misioneros enviados por San Gregorio el Grande, desembarcaron en Thanet, desde donde se comunicaron con el rey, anunciándole su llegada y las razones de su viaje. El rey les rogó que permanecieran en la isla y pocos días más tarde, fue personalmente a escucharlos. Luego de este encuentro, San Etelberto les concedió permiso para predicar en todo el pueblo, convertir a cuantos pudieran y les entregó la iglesia de San Martín para que pudiesen celebrar la Misa y otras liturgias.

Las conversiones empezaron a multiplicarse, y pronto el rey y su corte fueron bautizados en Pentecostés del año 597. El rey además les dio permiso para reconstruir las antiguas iglesias y construir otras nuevas. Su gobierno se distinguió por el empeño que puso en mejorar las condiciones de vida de sus súbitos; sus leyes le ganaron el aprecio de Inglaterra, en épocas posteriores, y su apoyo a la fe católica permitió que se construyesen muchos templos, monasterios y algunas diócesis, como la de Rochester.

El santo pronto se convirtió en un modelo por la nobleza de su conversión. La acogida que dio a los misioneros y su gesto de escucharles sin prejuicios son un caso extraordinario en la historia. Con su actitud de no imponer la fe en sus súbditos, a pesar de su celo por propagarla, favoreció enormemente la obra de los misioneros.

Después de cincuenta y seis años de reinado, falleció en el año 616, y fue sepultado en la Iglesia de San Pedro y San Pablo, donde descansaban los restos de la reina Santa Berta y San Liudardo.