- San EUSTACIO, obispo. En Antioquía. El cual fue desterrado por su doctrina ortodoxa frente al arrianismo. Fue expulsado a Tracia. (338).
- San GERMÁN, abad. En Helvecia, Suiza. Al tratar de defender a unos vecinos del monasterio ante la agresión de unos salteadores, fue despojado de sus vestiduras y alanceado hasta morir, juntamente con el monje Randoaldo. (667).
- San PEDRO DAMIANI, cardenal y doctor. En Ostia. Promovió la vida monástica en el eremo de Fonte Avellana. Trabajó para que los monjes se dedicasen a la santidad de la contemplación, los clérigos a la integridad de vida, y para que el pueblo cristiano mantuviese la comunión con Roma. (1072).
- Beato TOMÁS PORTMORT, presbítero y mártir. En Londres. Arrestado por ser sacerdote y predicar la fe católica, huido, y vuelto a apresar, fue duramente torturado manteniéndose firme a la fe católica. Fue colgado. (1592).
- San ROBERTO SOUTHWELL, presbítero y mártir. En Londres. Jesuita. Ejerció durante años su ministerio en la ciudad y sus alrededores, y compuso himnos espirituales. Detenido por ser sacerdote, fue cruelmente torturado por orden de la misma Reina Isabel I. Fue colgado en Tyburn. (1595).
- Beata MARÍA ENRIQUETA DOMINICI, religiosa. Turín. Congregación de Hermanas de Santa Ana y de la Providencia. Gobernó sabiamente y engrandeció su Instituto durante treinta años. (1894).
Hoy recordamos especialmente al Beato NATAL PINOT
El beato fue un humilde sacerdote que pasó su vida en el trabajo parroquial. Había nacido en Angers en 1747, donde hizo los estudios ordinarios del clero diocesano. Después de trabajar como vicario en una o dos parroquias, en las que se distinguió por la solicitud con que asistió a los enfermos de un hospital de incurables, fue nombrado cura de una parroquia del pueblecito de Louroux Béconnais, en 1788. Con su celo y devoción obtuvo abundantes frutos entre sus feligreses.
En 1790, la Asamblea Constituyente obligó a Luis XVI a aprobar la «Constitución Civil del Clero», que atacaba los principios fundamentales del gobierno de la Iglesia y exigía que los sacerdotes prestasen un juramento condenado por la Santa Sede. Como tantos otros buenos sacerdotes, el beato se negó a hacer semejante juramento. Fue por eso arrestado y el tribunal de Angers le condenó a abandonar el gobierno de su parroquia, durante dos años. Pero ello no impidió que el P. Pinot ejerciera secretamente el ministerio sacerdotal y trabajase ardientemente por ayudar a corregirse a muchos sacerdotes que no se habían mostrado tan firmes como él.
Cuando la región de la Vendée se rebeló contra el gobierno, el P. Pinot tomó inmediatamente las riendas de su parroquia, con gran alegría de los fieles; y aun cuando las fuerzas republicanas recuperaron la región, el beato continuó su trabajo pastoral, desafiando a las autoridades civiles y militares. Durante algún tiempo logró evitar la prisión, pero finalmente fue entregado a las autoridades por un hombre con quien se había mostrado especialmente bondadoso. Fue capturado en el momento en que se estaba revistiendo para celebrar la misa. Los soldados le arrastraron por las calles, revestido con los ornamentos sacerdotales, entre los gritos del populacho. Pasó doce días en la prisión, donde fue tratado brutalmente. Como se negase firmemente a prestar el juramento, fue condenado a la guillotina. El 21 de febrero de 1794, fue conducido al cadalso, revestido todavía con los ornamentos que llevaba cuando le apresaron; en el camino repitió varias veces en voz alta el verso del salmo, que se utilizaba como oración del principio de la misa: «Introibo ad altare Dei…» (subiré al altar del Señor).