- Beato Onésimo, esclavo. Lo acogió San Pablo, y lo cuidó Filemón.
- Santos FAUSTINO y JOVITA, mártires. En Brescia. (s. inc.).
- Santos ISICIO, presbítero, JOSIPO, diácono, ROMANO, ZÓSIMO y BARALO, y AGAPIS, virgen, todos mártires. En Antioquía de Siria. (s. IV).
- Santa GEORGIA, virgen. En Aquitania. (S. V/VI).
- San QUINIDIO, obispo. En Galia Lugdunense. (578).
- San SEVERO, presbítero. En Lacio. Recordado por San Gregorio Magno. (s. VI).
- San DECOROSO, obispo. En Capua. (680).
- San WALFRIDO, abad. En Toscana. Después de haber tenido cinco hijos decidió, junto con su esposa, abrazar la vida monástica. (765).
- San SIGFRIDO, obispo. En Växjö, Suecia. Nació en Inglaterra, evangelizó con gran paciencia aquellas gentes y bautizó al Rey Olaf. (1045).
- Beato ÁNGEL SCARPETTI, presbítero. En Toscana. Ermitaño de San Agustín. (1306).
Hoy destacamos a SAN CLAUDIO de la COLOMBIÈRE.
Nació en 1641 cerca de Lyon. Hijo de un notario. Su familia se trasladó primero a Vienne y luego a Lyon, donde fue alumno del colegio de los jesuitas. Él mismo deseaba ingresar en la Compañía.
Hizo los dos años de noviciado y los estudios de filosofía en Aviñón. Fue destinado a la enseñanza de Gramática y de las Humanidades.
Demostradas sus cualidades como orador, lo enviaron a París a estudiar Teología, a la vez que ejercía como tutor de los hijos del ministro Colbert. Pero un disgusto con el ministro obligó a Claudio a volver a su provincia religiosa.
Los jesuitas combatían las doctrinas jansenistas que se daban en el seno de la Iglesia. Y abundaban especialmente en Francia.
Claudio se dedicó a ello con toda energía y, como medio de combatir el jansenismo, propagó la devoción al Corazón de Jesús.
Ordenado sacerdote en 1669, se consagró al Corazón de Jesús al hacer profesión solemne, y poco después fue nombrado rector del colegio jesuita de Paray-le-Monial, en Borgoña.
Aquí encontraría a Santa Margarita María de Alacoque, monja de la Visitación, que lo hizo su confesor y confidente y le comunicó las revelaciones recibidas del Corazón de Jesús que ella recibía. San Claudio dio por auténticas esas revelaciones, aprobó el espíritu de Santa Margarita y le mandó que pusiera por escrito sus experiencias interiores.
Père La Chaise, el confesor de Luis XIV, recomendó a la Duquesa de York que llevara a Londres a Claudio como predicador de su capilla. Era arriesgado, pues su predecesor había sido arrestado y había tenido que salir de Londres acusado de proselitismo. Claudio llegó a Londres en 1676 vestido de seglar. Pero su fama de predicador, y el contenido de sus sermones le había precedido.
Guardó toda la prudencia posible. Ni siquiera se asomaba a las ventanas, aunque sí visitó a los católicos en secreto y envió al continente a algunos conversos.
No obstante, no pudo verse envuelto en la inventada conspiración “papista” denunciada por Titus Oates en 1678.
Fue preso de madrugada. La guardia lo ató en el palacio donde dormía, de Saint James. Arrestado, fue a la cárcel. Compareció ante los Comunes. Se leyeron los cargos contra él mientras rezaba con toda su alma el Breviario. Hubo de intervenir el Rey de Francia para que no fuese ajusticiado.
Fue expulsado de Inglaterra, y volvió a Francia.
Su salud había quedado seriamente dañada para siempre a causa de los meses en prisión. Fue destinado a Lyon y a Paray-le-Monial. Falleció en 1682.