La veracidad de la Biblia, por su íntima conexión con el dogma de la “inspiración bíblica” y de su amplio fundamento en la Revelación –Tradición y Escritura Sagrada-, debe ser considerada un elemento constitutivo de la fe católica.
La verdad de la Biblia pertenece a la enseñanza ordinaria y universal de la Iglesia. Así, se puede hablar del “dogma de la inspiración y de la inerrancia bíbica”.
La doctrina magisterial se desarrolló a partir de finales del siglo XIX cuando surgieron en el ámbito católico teorías que se conciliaban fácilmente con la enseñanza tradicional.
El problema surgió cuando, a causa de los descubrimientos de las ciencias naturales e históricas, se formularon hipótesis bíblicas que estaban en contrate con la enseñanza común de la Iglesia.
No faltaron autores que, por influjo de las corrientes racionalistas y el protestantismo liberal, adoptaron una actitud radical contra la veracidad de la Biblia.
Otros, con un sincero deseo de clarificar las dificultades, pero desconcertados ante las nuevas hipótesis científicas, consideraron como solución válida la de restringir la inerrancia solo a las enseñanzas explícitamente religiosas de la Biblia.
Un tercer grupo, movido por un espíritu apologético, intentó acudir a sistemas “concordistas” que lograran armonizar ciencia y Biblia, pero sin conseguirlo. Visión “simplista”.
He aquí el origen de la llamada “cuestión bíblica”.