Hoy veremos las preces.
Se les da este nombre a las intercesiones de Vísperas como a las invocaciones de las Laudes.
Tras el CVII se convirtieron en fórmulas breves y simples e inspiradas en la Biblia, en los libros litúrgicos, en las obras de los Santos Padres y en los documentos del Magisterio de la Iglesia, especialmente en los del Vaticano II:
Se han editado unas 1269 fórmulas para los días feriales y tiempos privilegiados del año litúrgico (Adviento, Navidad, Cuaresma, Pascua), fiestas principales y común de los Santos.
Este hecho las convierte en un elemento precioso de la celebración de la Liturgia de las Horas, no sólo por razón de su carácter de intercesión universal, tan característica de la oración cristiana, sino también por el rico contenido doctrinal y pastoral que aportan a los distintos tiempos y fiestas del año litúrgico.
Todas comienzan por una introducción, en la cual se sugiere la respuesta que ha de dar la comunidad. Esta introducción es necesaria por dos razones principales: una de orden pastoral y otra de carácter teológico.
Se suele dar alguna propuesta de respuesta.
En cuanto a las razones teológicas, baste recordar que la súplica y petición cristiana siempre fluyen del recuerdo y alabanza por las maravillas de Dios y son, al mismo tiempo, manifestación de la fe en los atributos divinos.
Al final de las preces se inserta, previa una conveniente monición, la oración del Padrenuestro, para que sea recitada por todos en común.