Como enseña el Bendicional, los animales comparten en cierto modo la vida del hombre según los designios de la Divina Providencia del Creador, por cuanto le sirven de ayuda en su trabajo, le proporcionan alimento y compañía.
Así pues, nada impide que, en determinadas ocasiones, por ejemplo, coincidiendo con la fiesta da algún santo, como la que nos encontramos hoy, se tenga el gesto de invocar sobre los animales la bendición de Dios, su Creador.
Recordemos, asimismo, la enseñanza respectiva del Catecismo de la Iglesia Católica contenida entre los puntos 2415-2418:
“El séptimo mandamiento exige el respeto de la integridad de la Creación. Los animales (…) están naturalmente destinados al bien común de la humanidad pasada, presente y futura. El uso de los recursos animales del universo no puede ser separado del respeto a las exigencias morales. El dominio concedido por el Creador al hombre (…) no es absoluto; (…) exige un respeto religioso de la integridad de la Creación.
Los animales son criaturas de Dios, que los rodea de su solicitud providencial. Por su simple existencia, lo bendicen y le dan gloria. También los hombres les deben aprecio. Recuérdese con qué solicitud trataban a los animales San Francisco de Asís o San Felipe Neri”.