Bendita sea tu pureza
Y eternamente lo sea
Pues todo un Dios se recrea
En tan graciosa belleza
A ti, celestial princesa
Virgen sagrada María
Te ofrezco en este día
Alma, vida y corazón
Mírame con compasión
No me dejes, madre mía
Mírame con compasión
No me dejes, madre mía. Amén.
María es, en conclusión y como nueva Eva, ejemplo supremo de lo que puede lograr la gracia de Dios en una simple criatura humana, y nos ayuda a ver con claridad que la “buena noticia” de la salvación deshace las consecuencias de la Caída de Adán y Eva, y se convierte en una “nueva creación” en Cristo.
Por su ejemplo, comprendemos que no solo Jesús pasó por la tierra sin pecado, sino que, mediante la gracia de Dios, en la resurrección, nosotros también podemos vernos totalmente libres.
Por eso el Nuevo Testamento describe los “espíritus justos” que están en los cielos como “consumado” (Heb 12, 23).
Cristo no murió en la Cruz para que Dios pudiese fingir que somos perfectos; Dios nos ha hecho en verdad “justos” mediante el poder de su gracia (Rom 5, 19).
Siendo la nueva Eva, María ha sido creada sin pecado, para que sea un “signo viviente” de la vida justa en la nueva creación, alumbrada por la vida, muerte y resurrección de Jesús. Como dice Nuestro Señor Jesucristo en el libro del Apocalipsis “Mirad que hago un mundo nuevo” (Ap 21, 5).