Químico, teólogo y sacerdote avisa: tres conjuntos de señales nos anticipan «la gran tribulación»
Una señal del fin de los tiempos sería la gran confusión – lo maligno parecería bello, lo oscuro sería atractivo, la oscuridad se presentaría como iluminadora
¿Cuándo tendrá lugar el fin del mundo? Esta pregunta recorre la historia de las inquietudes humanas, a pesar de la claridad de las palabras de Jesucristo: «En cuanto a aquel día y aquella hora, nadie la conoce» (Mt 24, 36; Mc 13, 32).
¿Por qué no quiso revelárnosla? «Cosa comprensible, pues el temor, el desaliento, el cansancio o la despreocupación podrían hacer mella y conviene que cada uno luche en el presente«: es la explicación que aporta Enrique Cases, químico, teólogo y sacerdote, profesor en la Universidad de Navarra y en la Universidad Internacional de Cataluña, en un libro publicado en 2015. Se trata de Jesús contra Satán, que aborda con claridad en la doctrina y audacia en el planteamiento las cuestiones demonológicas y escatológicas siempre candentes.
Entre ellas, la siempre debatida cuestión de las señales preparatorias del final de los tiempos.
Tres conjuntos de señales
Que nunca vayamos a saber ni el día ni la hora no impide que signos premonitorios, sobre los cuales disertaron con profusión los Padres de la Iglesia, vayan a advertirnos de que debemos intensificar la preparación.
Enrique Cases apunta tres conjuntos de señales.
«Lo primero es el engaño, las guerras y las catástrofes naturales», apunta. En numerosas ocasiones a lo largo de la historia han tenido lugar, «pero parece que serán más intensas estas pruebas antes del fin definitivo«, que sólo será «el comienzo de los dolores».
La segunda serie de señales la representa «la aparición de persecuciones similares a las que padeció Cristo». Ante el temor que van a producir esas persecuciones, dice Enrique Cases, el Señor promete «una ayuda especial del Espíritu Santo para perseverar«.
Un signo claro de que ha llegado esa hora es «la abominación de la desolación» en el lugar santo, que profetizó Daniel y anunciará el fin del mundo como anunció en su día la ruina de Jerusalén. Dentro de lo incierto de esa expresión, el autor sugiere que «quizá anuncia un poder humano que intentará suplantar el poder divino que en la tierra ejerce la Iglesia». El único consuelo en esos tiempos será «la conversión de los judíos«.
Luca Signorelli, ‘Predicación del Anticristo’ (1502), fresco en la capilla de San Bricio en la catedral de Orvieto. Sobre un estrado, alguien predica al modo en el que lo hacía Jesucristo, pero es el demonio quien le susurra al oído lo que debe decir.
Por último, una tercera serie de señales es «la aparición de falsos cristos y falsos profetas, capaces de hacer prodigios» y de engañar, si fuera posible, a los elegidos: una «gran apostasía» unida a la aparición de «un anticristo».
El día de la ira (Dies Irae)
La exposición que hace Jesús sobre esos días concluye con la señal del Hijo del Hombre, que «vendrá sobre las nubes con gran poder y gloria», como señalan los Evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas): «Realmente es el día de la ira, de la paz y de la revelación del justo juicio de Dios, que retribuirá a cada uno según sus obras» antes del «gozo de la restauración definitiva«, concluye el autor de Jesús contra Satán.
Un libro que aborda de principio a fin la lucha milenaria del demonio contra el hombre, y contra Cristo durante su vida terrenal, con esa incertidumbre que tenía sobre Aquel a quien tentaba o contra quien lanzó a escribas, sacerdotes y jefes del templo.
Cases aborda además una temática de actualidad al analizar por qué la transgresión moral se presenta como liberadora en las ideologías que triunfan en nuestro tiempo, un indudable éxito de márketing -llamémosle así- del demonio.
«El encanto que lo negativo (metaforma de lo demoniaco) ejerce sobre la cultura contemporánea depende de esta singular idea», remata el autor de Jesús contra Satán: «Que los caminos del paraíso pasen por el infierno… A partir de una noción errónea de Dios se llega a auténticas locuras… en una mezcla de misticismo y pecado realmente diabólica».