Seguimos siendo asistidos por mensajes plenos de esperanza, de esperanza escatológica. Es el tema del Adviento. Alimentar nuestra esperanza. Y cultivar la esperanza verdaderamente escatológica, que nos anticipa la re-creación definitiva del Universo.
Es el tema del pasaje de este sábado de Adviento, la Renovación del Universo. No importa que Dios nos haga saborear “el pan de la angustia y el agua de la opresión”, entiéndase como cualquier mal momento, cualquier situación desesperante y desazonadora. No importa. Dios no se esconderá nunca más. Esto sólo se entiende si tenemos la virtud teologal de la Esperanza.
Las alusiones a una naturaleza benigna con el ser humano nos recuerdan el idilio perdido por la Caída Original, que transportó a nuestros Padres al exilio. Del idilio, al exilio. Pero volverá, y con más esplendor que antaño. Es más, Dios “vendará nuestras heridas” y “curará las llagas de los golpes” que haya soportado su Pueblo, su Iglesia, sus hijos. Nosotros. Por causa de nuestros pecados personales, por causa de nuestros enemigos mortales, ocultos o no.
Esta re-creación, una vez más, la encontramos incoada en la Persona de Jesucristo. Enseñaba, proclamaba el cumplimiento de las promesas mesiánicas, curaba todo lo que estuviese leso. Obraba milagros, y tocaba los corazones desconcertados. Mas… llamó a Doce varones para que fuesen su extensión en el tiempo y en el espacio. No debían perder nunca el tiempo. El trabajo sería inmenso e intenso. Tendrían que curar, resucitar, limpiar, arrojar demonios. Re-crear. Renovar.
En este día de Adviento me pregunto, ¿cómo valoro los Sacramentos? ¿Me doy cuenta que es Jesucristo, en medio de la Iglesia, quien sigue haciendo lo que escucho y leo en los Santos Evangelios? ¿Me hago cargo del riesgo que supone rechazarlos? Entendamos que los Sacramentos re-crean nuestra alma y nuestra existencia.