- San SATURNINO de CARTAGO, mártir, en Roma. Bajo el emperador Decio fue atormentado en el potro y después extraditado a Roma donde siguió siendo atormentado. Por su capacidad de sufrimiento ayudó a convertirse a Graciano, el torturador. Finalmente, fue decapitado. (257).
- San SATURNINO, obispo y mártir, en Toulouse. También, bajo Decio, fue detenido por los paganos en el Capitolio y arrastrado por las escaleras desde lo alto del edificio hasta que, destrozados la cabeza y el cuerpo, falleció. (250).
- San FILOMENO, mártir, en Ankara. Bajo la persecución de Aureliano, después de arrojarlo al fuego, le acribillaron manos, pies y cabeza con clavos. (s. III).
- Santa ILUMINADA, virgen, en Umbría. (320).
- San JACOBO, obispo, en Mesopotamía, Turquía. Que ilustró con su fe a esta Iglesia por medio de sus sermones, homilías y traducciones. (521).
- San RADBODO, obispo. Deventer, Frisia. Al frente de Utrech. Pastor docto y prudente. Murió visitando a los campesinos. (918).
- Beato EDUARDO BURDEN, presbítero y mártir, en York. Por regresar a Inglaterra, bajo Isabel I, después de ordenarse sacerdote en Francia, fue martirizado víctima de una turba enfurecida. (1588).
- Beatos JORGE ERRINGTON, GUILLERMO GIGSON, GUILLERMO KNIGHT, presbíteros y mártires. En York. Martirizados cruelmente. (1596).
- Beatos DIONISIO DE LA NATIVIDAD, presbítero; REDENTO DE LA CRUZ, religioso. En la Isla de Sumatra. A quienes los mahometanos sometieron a esclavitud y, finalmente, llevaron a la orilla del mar, para asaetarlos y decapitarlos. (1638).
- Beato ALFREDO SIMÓN COLOMINA, presbítero. En Valencia. Jesuita. Martirizado durante la persecución religiosa en España. (1936).
Hoy recordamos especialmente a SAN FRANCISCO ANTONIO FASANI
En la segunda mitad del siglo XVII vivía en Lucera (Italia), una familia muy pobre: la familia Fasani. En su seno nació, el 16 de agosto de 1681, un niño que recibió los nombres de Donato Antonio Juan Nicolás. Comúnmente le llamaban Juan. Antes de cumplir los diez años murió su padre, que era campesino. Su madre volvió a casarse con Francisco Farinacci, que fue también un buen padre para Juan y lo envió a estudiar en el convento de los frailes menores conventuales de Lucera. Su madre era una mujer muy piadosa.
A los quince años ingresó en la orden de los frailes menores conventuales tomando el hábito franciscano y el nombre de Francisco Antonio en el noviciado de Monte San Ángel. Allí mismo hizo los votos. Después estudió filosofía y teología en los colegios de Venafro, Agnone, Montella, Aversa y Asís, donde fue ordenado sacerdote el 19 de septiembre de 1705. Se doctoró en teología con las máximas calificaciones, y en 1707 fue destinado a enseñar filosofía en el convento de Lucera, su ciudad natal.
El Padre Francisco Antonio pasó el resto de su vida en Lucera, donde le dieron el nombre de “Padre Maestro” desde que había recibido el título de teología y así se le llamó siempre, por más que ocupó otros cargos como superior, maestro de novicios, maestro de estudiantes profesos y ministro provincial de San Miguel Arcángel de Apulia. Fue él quien introdujo en Italia la costumbre de reunir regalos de navidad para los pobres. Inútil decir que los pobres acudían constantemente a él con peticiones posibles e imposibles, sobre todo cuando se trataba de sequías. Los habitantes de Lucera decían: “Quien quiera ver a San Francisco no tiene más que mirar al Padre Maestro”.
Apóstol infatigable, recorrió durante treinta y cinco años las ciudades y los poblados de Apulia septentrional y Molisa, predicando la palabra de Dios y ayudando a pobres, enfermos y encarcelados. Monseñor Antonio Lucci, obispo de Bovino, lo definió como sacerdote santo y docto.
Una de las características del padre Francisco Antonio era su gran devoción al Sagrado Corazón y la Inmaculada Concepción, cuya fiesta celebraba con novena. Esta costumbre se conserva todavía en Lucera. El Padre Fasani murió precisamente el primer día de la novena de la Inmaculada, el 29 de noviembre de 1742. Poco antes, sintiéndose bien de salud, predijo su muerte y anunció al Padre Luis Giocca que pronto lo seguiría. El Padre Giocca, a quien no sonreía esta perspectiva, respondió: “Padre Maestro, si usted quiere morir, está en todo su derecho, pero yo no tengo ninguna prisa”. “Los dos vamos a hacer el viaje: yo antes y usted después”, fue su respuesta. Dos meses después murió el padre Giocca.