Hoy, 17 de noviembre, la Iglesia celebra a:

by AdminObra
  1. San GREGORIO, obispo, en el Ponto, actual Turquía. Siendo adolescente abrazó la fe cristiana, fue progresando en las ciencias divinas y humanas, y, ordenado obispo, brilló por su doctrina, virtudes y trabajos apostólicos. Por los innumerables milagros que llevó a cabo se le llamó el “Taumaturgo”. (270).
  2. Santos ALFEO y ZAQUEO, mártires, en Cesarea de Palestina, que, por confesar con todas sus fuerzas a Dios y a Jesucristo Rey, después de muchos tormentos fueron condenados a muerte, en el primer año de la persecución ordenada por el Emperador Diocleciano. (303).
  3. San ACISCLO, mártir, en la provincia hispánica de la Bética. (s. IV).
  4. San ANIANO, obispo, en Orleans, Galia Lugdunense, que confiando en Dios, cuyo auxilio no cesaba de pedir con oraciones y lágrimas, liberó a su ciudad, asediada por los hunos. (453).
  5. San GREGORIO, obispo, sucesor de San Eufronio, en Tours, en la actual Francia, que escribió en lenguaje claro y sencillo la historia de los francos.
  6. San LÁZARO, monje, nacido en Armenia. El cual fue atormentado con crueles suplicios al negarse a destruir sus obras por orden del Emperador Teófilo, que era iconoclasta, en Constantinopla, hoy Estambul. Apaciguadas las controversias iconoclastas, el Emperador Miguel III le envió a Roma para afianzar la concordia de toda la Iglesia. (867).
  7. San HUGO, obispo, en Lincoln, en Inglaterra. Cartujo. Al verse llamado a regir la iglesia de esta ciudad, realizó un trabajo excelente, lo mismo en defensa de las libertades de la Iglesia que en arrancar a los judíos de las manos de sus enemigos. (1200).
  8. Santa ISABEL de HUNGRÍA, reina. Se casó, casi niña, con Luis, Landgrave de Turingia, a quien dio tres hijos. Al enviudar, después de muchas calamidades, y siempre inclinada a la meditación de las cosas celestiales, se retiró a Marburgo, en la actual Alemania, en un hospital que ella misma había fundado, donde, abrazando la pobreza, se dedicó al cuidado de los enfermos y de los pobres hasta el último suspiro de su vida, a los veinticinco años. (1231).
  9. Santos JORDÁN ANSALONE y TOMÁS HIOJI, presbíteros dominicanos y mártires, en Nagasaki. El primero trabajó denodadamente por el Evangelio en las Islas Filipinas antes de pasar a Japón, y el segundo, primero en la Isla de Formosa, y después, en sus últimos años y en su misma patria, fue un incansable propagador de la fe en la región de Nagasaki, hasta que ambos fueron sometidos durante siete días a los crueles tormentos de la horca y del encierro en una hoya, hasta morir. (1634).
  10. Beato LOPE SEBASTIÁN HUNOT, presbítero y mártir, en el mar, ante Rochefort, Francia. Por su condición de sacerdote fue encarcelado durante la Revolución Francesa en una vieja nave allí anclada, donde padeció toda la dureza de la cautividad. Murió víctima de fiebres. (1794).
  11. Beato JOSAFAT KOCYLOVSKYJ, obispo y mártir, en Ucrania. Víctima del marxismo en su patria. (1947).

 

Hoy recordamos especialmente a SAN JUAN del CASTILLO

Había nacido en una numerosa familia de notables, siendo el mayor de diez hermanos. Su padre, Alonso del Castillo, era regidor de su villa natal. Sus estudios de humanidades los pudo iniciar en el colegio de la Compañía que, en Belmonte, había establecido Francisco de Borja en 1558. Su formación superior comenzó en la facultad de Leyes de la Universidad complutense de Alcalá. Había cursado un año cuando entró en la Compañía, en Madrid, en marzo de 1614, cuando apenas contaba con dieciocho años.

 

En el transcurso de sus estudios de filosofía, en el colegio murciano de Huete, fue enviado a la provincia del Paraguay. En realidad, había pasado por aquella casa el procurador de esa provincia de Indias, el padre Juan de Viana, “ponderando la abundancia de mies, de las almas, de las penalidades y fatigas de los misioneros y del martirio cierto”. Juan del Castillo era todavía hermano jesuita, pero tenía claro que como misionero encontraría “mayor pobreza, fatigas y trabajos apostólicos”. Salía desde Lisboa, el 4 de noviembre de 1616, en la expedición del mencionado procurador, acompañado del que habría de convertirse en su compañero de martirio, el zamorano Alonso Rodríguez (no confundir con el escritor vallisoletano y con el hermano mallorquín, ambos homónimos y jesuitas).

 

Alcanzaban Buenos Aires a mediados de febrero de 1617. Concluyó sus estudios filosóficos en el gran colegio que era el de Córdoba de Tucumán, pasando después como maestro de gramática al de Concep ción de Chile, donde permaneció entre 1619 y 1622.

 

De nuevo, volvió a Córdoba para la realización de los estudios de teología, siendo enviado a las reducciones de Paraguay en 1626. Había recibido la conveniente formación en lengua indígena, el guaraní, conocimientos necesarios si quería ser útil en las misiones de estos indios. Antes de partir a su nuevo destino fue ordenado sacerdote, el 16 de diciembre de 1625. En una carta que escribe a su padre, manifiesta con claridad los riesgos que corre con el trabajo encomendado.

Comenzó sus ministerios en San Nicolás, en la serranía del Tape y a las orillas del río Piratiní. Dos años después conformaba junto con el mencionado Alonso Rodríguez y Roque González, uno de los jesuitas más importantes de la primera época de estas reducciones, el grupo que habría de establecer dos nuevas reducciones en la banda oriental del río Uruguay. La de Nuestra Señora de la Asunción se fundó en Ijuí, como no podía ser de otra forma, el 15 de agosto de 1628, quedándose en ella Juan del Castillo. Había congregado a cuatrocientos indios. Sus compañeros prosiguieron para fundar en Caaró la de Todos los Santos. Sin embargo, el hechicero y cacique de Ijuí se opuso a los misioneros, pues éstos denunciaban sus comportamientos poligámicos y, sobre todo, porque reducían sus niveles de influencia sobre la población.

 

Su intención era eliminar a seis de ellos, pero al final solamente pudo alcanzar a tres. En Caaró fueron asesinados Roque González y Alonso Rodríguez el 15 de noviembre, mientras que dos días después Juan del Castillo fue atacado por los hombres del mencionado cacique Ñezú. Fuera de la población, su cuerpo fue golpeado con mazas de piedra y su cuerpo fue quemado