De Santa Catalina de Génova – 4
Todas las penas del Purgatorio se relacionan con el Pecado Original y el actual. Dios creó al alma pura, simple y limpia de toda mancha de pecado, con un cierto instinto beatífico hacia El desde el desde el Pecado Original, que el alma encuentra en sí misma, quita de sí, y cuando agrega otros pecados a ese original se aleja más y más de Dios.
No puede haber ningún bien salvo por la participación de Dios, que va al encuentro de las necesidades de sus criaturas irracionales como quiere y ha ordenado, no fallándoles nunca, y responde al alma racional en la medida en que la encuentra limpia y sin el obstáculo de pecados. Por consiguiente, cuando un alma se acerca al estado puro y claro en que fue creada, su instinto beatífico se descubre a sí mismo y crece sin cesar, tan impetuosamente hasta el final que cualquier obstáculo le parece a esta alma algo del pasado. Y cuanto más ve, más extremo es su dolor.
Debido a que las almas en el Purgatorio no sienten culpa de pecado, no hay obstáculo entre ellas y Dios, excepto su dolor, que las lleva hacia atrás y así no pueden alcanzar la perfección. Ven claramente la gravedad de cada obstáculo en su camino, y ven también que su instinto es obstaculizado por una necesidad de justicia: de ahí nace un rugiente fuego, como el del infierno, pero carente de culpabilidad. La culpa es lo que las hace condenadas en el infierno, en donde Dios no concede su Bondad, y por eso permanecen allí, en desesperada mala voluntad, opuesta a la voluntad de Dios.