- San BARSES, obispo. Edesa, Siria. Condenado al destierro por el arriano Valente a causa de su fe católica, hubo de morar en tierras extranjeras, donde, fatigado al tener que cambiar por tres veces de lugar, falleció en un día desconocido de marzo. (379).
- San SEVERO, obispo. Tréveris. Discípulo de San Lupo de Troyes, acompañó a San Germán de Auxerre a Bretaña para extirpar la herejía de Pelagio, y también predicó el Evangelio entre los germanos. (s. V).
- Santa TECLA, abadesa. Kitzingen, Germania. Enviada desde Inglaterra para ayudar a San Bonifacio, presidió el monasterio de Ochsenfurt y el de Kitzingen. (1243).
- Beato GONZALO de LAGOS, presbítero. Torresvedras, Portugal. Ermitaño de San Agustín, de distinguió por su dedicación a enseñar los preceptos cristianos a los niños y a los incultos. (1422).
- Santa TERESA de JESÚS, virgen y doctor. Ávila. Carmelita. Llegó a ser madre y maestra de una observancia más estrecha. En su corazón concibió un plan de crecimiento espiritual bajo la forma de una ascensión por grados del alma hacia Dios, pero a causa de la reforma de la Orden hubo de sufrir dificultades, que superó con ánimo esforzado. Compuso libros, en los que muestra una sólida doctrina y el fruto de su experiencia. (1582).
- Beato NARCISO BASTÉ BASTÉ, presbítero y mártir. Valencia. Jesuita. Muerto por los enemigos de la fe. (1936).
Hoy recordamos de manera especial a SANTA MAGDALENA de NAGASAKI
Se le llama de “Nagasaki” por la ciudad en la que fue martirizada, pero no tenemos constancia del lugar de su nacimiento, a finales del siglo XVI.
Sí sabemos que pertenecía a una familia que había dado varios mártires.
Cuando llegó a la juventud, guiada por su fe, inculcada en su familia, emitió el voto perpetuo de virginidad.
Ingresó en la Orden Tercera de San Agustín, y también en la de Santo Domnigno, y desde que llegó a Japón en 1632, el religioso dominico San Jordán Ansalone, su futuro compañero de martirio, la acompañó en su vida espiritual.
Apresado el padre Jordán en 1634, Magdalena decidió presentarse a las autoridades y confesar su fe, siendo inmediatamente arrestada y encarcelada.
Las terribles torturas que le infringieron para que apostatara no lograron apartarla de la fe. Así, decidieron la terrible y mortal suplicio de la horca y de la hoya. Así estuvo padeciendo casi dos semanas hasta que falleció santamente.