- San JOSÉ de ARIMEATEA y NICODEMOS. Jerusalén. (s. I).
- San ARÍSTIDES, filósofo. Atenas. Notabilísimo por su fe y por su ciencia, dedicó al emperador Adriano algunos libros sobre la fe. (150).
- San PAULINO, obispo y mártir. Tréveris, Galia belga. En tiempo de arrianismo, fue el verdadero heraldo de la verdad, y en el Sínodo de Arlés, convocado por el emperador arriano Constancio, ni amenazas ni adulaciones pudieron llevarle a condenar a San Atanasio ni a apartarse de la fe, por lo que fue relegado a Frigira, donde pasó cinco años hasta su martirio. (358).
- San AIDANO, obispo y abad. Northumbría. Varón de suma mansedumbre, piedad y rectitud de gobierno, que desde el monasterio de Iona fue llamado por el rey Osvaldo a esta sede episcopal, donde fundó un monasterio, para atender a la evangelización de aquel reino. (651).
- San RAMÓN NONATO, religioso. Cataluña. Fue uno de los primeros compañeros de San Pedro Nolasco en la Orden de Nuestra Señora de la Merced, y es tradición que sufrió mucho por la redención de cautivos. (1240).
- Beato ANDRÉS de BORGO SANSEPOLCRO, presbítero. Toscana. Servita. Entregado a la penitencia y a la contemplación. (1315).
- Beatos EDMIGIO PRIMO RODRÍGUEZ, AMALIO ZARIQUIEGUI MENDOZA y VALERIO BERNARDO HERRERO MARTÍNEZ, mártires. Almería. Escolapios. Martirizados por odio a la fe. (1936).
Hoy recordamos especialmente BEATO PEDRO TARRÉS CLARET
Nació en 1905 en Manresa, en una familia obrera.
De niño fue alumno de los padres escolapios y después de los jesuitas.
Trabajó como ayudante en una farmacia y, con becas, pudo continuar los estudios y acceder a la facultad de medicina de Barcelona.
Con gran celo apostólico, participó desde 1921 en el Oratorio de San Felipe Neri y se hizo miembro de la Federación de Jóvenes Cristianos, de la Acción Católica.
En 1928 después de haber concluido la carrera de medicina se estableció en Barcelona y, con un compañero, fundó el sanatorio-clínica de Nuestra Señora de la Merced, ejerciendo la profesión de manera ejemplar.
En 1936 hacía ejercicios espirituales cuando estalló la guerra. Pudo huir de los republicanos, pero en 1938 lo obligaron a enrolarse como médico.
Por su dedicación a los enfermos, los soldados se lo valoraron.
Dedicaba parte de su tiempo para estudiar latín y filosofía, pensando en hacerse sacerdote.
Concluida la guerra, en 1939 reanudó su trabajo en Barcelona, pero lo dejó para ingresar en el seminario.
En 1942 recibió la ordenación sacerdotal y fue designado coadjutor de una parroquia.
Por deseo del obispo, desde 1943 frecuentó la Universidad Pontificia de Salamanca, obteniendo la licenciatura en Teología.
En Barcelona, de nuevo, desempeñó una actividad apostólica muy intensa, sobre todo con los jóvenes, los enfermos y los necesitados.
Con total abandono en Dios y ofreciendo su vida por la santificación de los sacerdotes, falleció en 1950 en la clínica que él mismo había fundado.