El 24 de junio de 2022, el Tribunal Supremo de los Estados Unidos de América ha revocado la famosa sentencia Roe contra Wade, de hace cincuenta años, en la que parecía que el aborto provocado constituía un derecho constitucional. A partir de ahora, el aborto no se considera como un derecho por parte de la ley civil suprema y su regulación se devuelve a los estados de la Unión y al pueblo norteamericano. La verdad es que a los jueces del alto tribunal no les ha hecho falta hacer ninguna «trampa» ni hacer prevalecer su ideología en un fallo muy bien argumentado.
La constitución americana no hace mención expresa al aborto provocado. Y tampoco de manera implícita. A los «padres fundadores», que se tomaron muchas molestias para que la nueva nación tuviera unas instituciones estables y con garantías y contrapesos, ni se les pasaba por la cabeza que arrancar violentamente a un ser humano del vientre materno pudiera aprobarse o protegerse. Y eso que dudo desconocieran el submundo de enfermedades y embarazos en que estaba inmersa la prostitución en aquella época como en la nuestra.
Esta sentencia es histórica como lo fue la erradicación de la esclavitud. Queda claro que el aborto provocado no es un derecho y los estados y los ciudadanos podrán -de hecho ya se está haciendo- aprobar legislaciones favorables a la vida humana y a la salud de madres e hijos. Una veintena de estados ya tenían normas preparadas por si el fallo fuera en esta dirección. La movilización en favor de la vida hace años que tiene un fuerte vigor en los Estados Unidos. Algunos estados ya ni tenían centros de abortos y las ayudas a madres e hijos se han multiplicado por doquier.
A diferencia de otros países o culturas, las leyes suelen cumplirse en los Estados Unidos. Es muy posible que se penalice a los que intervengan en el procedimiento y se apliquen atenuantes o eximentes a las madres, que son también víctimas. Se calcula que el número de abortos provocados disminuirá un 13% (los norteamericanos son aficionados a cuantificarlo todo y a hacer muchas estadísticas, lo que ayuda a la investigación y a la ciencia). No está todo ganado para la causa de la vida. Pero es un buen comienzo. Espero que algún día la vida sea protegida, al margen de lo que diga cualquier ley. La vida es un don. Y tenemos derecho a que ningún humano nos lo arrebate. No somos seres descartables.
Hace muchos años que asisto a congresos y reuniones de médicos católicos, particularmente los de MaterCare International, y me he convencido de que el aborto provocado se combate con buena obstetricia, buena asistencia social y buenas oraciones. La buena obstetricia implica también buena enfermería, buena Medicina de familia, buenos cuidados materno infantiles, buenos pediatras. La buena asistencia social requiere alguna – no mucha- inversión, centros de ayuda a la fertilidad, guarderías, orfanatos, adopciones. La oración, pública o privada, particular o colectiva es necesaria, ya que el ser humano es biopsicosocial, familiar y espiritual.
La destrucción de un pequeño ser de nuestra especie no es solo un acto del hombre sino que también intervienen ahí fuerzas oscuras extrahumanas a las que hay que enfrentarse. Una prueba de ello es la tozudez y las mentiras con que defienden el aborto tantas personas, mandantes de intereses y medios de comunicación.
A los que aun defienden la interrupción y fin del embarazo les pregunto: ¿cómo se sentirían si una potencia extranjera se presentase en sus hogares con alguna excusa y les bombardease hasta hacerlos desaparecer porque molestan?
Hay raramente casos muy extremos y difíciles, del estilo «estoy al borde de un acantilado y con una mano sujeto a mi mujer y con la otra a mi hijo, y no sé cómo subirlos a los dos», que los obstetras resuelven de la mejor manera que pueden, procurando no matar a nadie. Para esto existe la ciencia y el arte de la Medicina.
Publicado en el portal de la Federación Internacional de Asociaciones de Médicos Católicos, de la que el autor es presidente emérito.