En estrecha unión con el Cristianismo existen otros tres factores que “informan” la civilización europea: el “helenismo”, el “romanismo” y el aporte de los pueblos bárbaros, es decir, el “germanismo” y/o el “eslavismo”.
Otros autores veían, asimismo, cuatro elementos fundamentales en la formación de Europa y de su cultura y que fusionaron hacia el siglo VI: la tradición científica de la Grecia clásica, el genio político unificador de Roma, la religión cristiana y el impulso radical de los pueblos bárbaros.
Al hablar de fusión nos referimos a una especie de fusión sustancial entre los cuatro elementos, de tal modo que los cuatro son definitorios para la formación y la comprensión de Europa.
Están tan íntimamente unidos y compenetrados entre sí, que la ausencia de uno de ellos haría impensable Europa; al menos, haría impensable lo que es la auténtica Europa, aquello que realmente es Europa. Pero como apuntamos, el elemento más fundamental, el que da unidad y sentido pleno a los otros tres, el que más definitivamente contribuye a la configuración de Europa, es el Cristianismo.