“PACIENTE Y DE MUCHA MISERICORDIA”
La Encarnación el Hijo Unigénito del Padre es el triunfo de la misericordia divina.
El Hijo de Dios asumió en la Encarnación nuestra humilde y miserable naturaleza para redimirla y salvarla, elevándola a las cumbres de la santidad y de la unión personal con El
En la Encarnación la misericordia infinita se hizo humana y sensible y comenzó a palpitar en un Corazón de carne, formado por el Espíritu Santo y por el amor materno de la Virgen María, en todo semejante a nosotros, menos en el pecado.
En el Corazón Divino de Jesús hemos encerrado toda nuestra miseria para que se purificada en el fuego de su inagotable Amor. Allí hemos de abandonarnos confiadamente. Más aún, a El hemos de confiar todos los pecadores del mundo, para que sientan los atractivos de su amor y retornen a la casa paterna de donde se habían alejado para caer en los lazos y redes del Demonio.
Es un gran misterio de paciencia y de misericordia que el mismo pecado al que Jesucristo profesa un odio infinito no es capaza de alejarlo de los desgraciados pecadores.