El Corazón de Jesús nos ha redimido por el sendero de la humillación voluntaria, de la inmolación personal hasta el heroísmo, de la caridad total y sacrificada en la Cruz. Ha garantizado, además, el verdadero camino de la salvación mediante su propio sacrificio personal por la redención de todos los hombres. Nos ha dado el mandamiento nuevo, como sello característico de cuantos quieran seguirle. Nos ha enseñado a vencer el mal con la sobreabundancia del bien y del amor.
Es indudable que uno de los principales fines de Dios ha sido el restablecimiento del imperio de la bondad en el corazón del hombre. Podemos, debemos, acudir con gran confianza a la escuela del Corazón de Jesús y decirle que nos enseñe la bondad. Manifestar los tesoros infinitos de la bondad divina y provocar la imitación de este atributo tan amable es uno de los designios del amor del Corazón adorable de Jesús. Nada como el conocimiento de su bondad, ilumina con claridad más vivida y suave la naturaleza íntima de Dios. Nada expresa tanto como su bondad el carácter dominante de la vida, de la persona y de la obra del Salvador.
Un Corazón de padre y de hermano, un Corazón de Salvador, un Corazón de Rey, un Corazón de Dios; pues por su bondad había de salvar y conquistar las almas y conducirlas a los destinos eternos. Tal fue el Corazón de Jesucristo.