Dos palabras encabezan este artículo, tal vez poco conocidas para algunos lectores. Un poliedro es un cuerpo con múltiples ángulos, o múltiples caras; pensemos, por ejemplo, en un prisma, una pirámide o un diamante con múltiples colores, según le atraviese la luz desde una óptica u otra. Naprotecnología es un término que ya empieza a sonar más en nuestra lengua española. Es, como primera aproximación, una ciencia relacionada con la procreación y la fertilidad del ser humano, hombre y mujer. Pero esta aproximación se queda pequeña, pues tiene múltiples facetas, múltiples caras. Podríamos decir: es un poliedro.
Etimológicamente, Naprotecnología significa NAtural PROcreation Technology, o sea, tecnología de la procreación natural. Tecnología no como la informática, la robótica u otras creaciones de la ingeniería, previsibles casi al cien por cien. Esta tecnología es más cercana al estudio científico, que va creciendo a base de hipótesis, posibles comprobaciones, análisis de nuevos casos, matización de la hipótesis, y así sucesivamente. Como ya decían los antiguos de la Medicina, estamos más ante un arte, como la escultura, la orfebrería o la alfarería, que ante una técnica.
El médico se acerca a la Naprotecnología, a veces tras un cierto escepticismo inicial, como una parte de la ginecología (y de la andrología, la cenicienta en el mundo de la fertilidad). Estudiar algunos elementos de la fertilidad femenina, y un poco, demasiado poco, la fertilidad del varón. Cuando van estudiando más el tema, se encuentran con que se trata de un poliedro dentro de otro poliedro: hay que analizar la fisonomía y anatomía del aparato reproductor, su correcto funcionamiento, pero también las relaciones con el complejo sistema hormonal, sobre todo en el caso de la mujer, las interrelaciones con el metabolismo: alimentación, intolerancias… Y junto a estas disciplinas, y otras que seguro estoy dejando en el tintero, no podemos olvidar la dimensión psicológica de la persona: agobios, preocupaciones, pequeñas o grandes obsesiones…
Para muchos sanitarios también es una aplicación de la “medicina preventiva”, que tanto les inculcaron en sus años de carrera: no hay que esperar a que una enfermedad se manifieste con toda virulencia, sino tratar de adelantarnos, prevenir la posible disfunción y afrontar el problema cuanto antes. Si nos adelantamos a la enfermedad, ganamos un tiempo de oro para la salud del paciente.
El matrimonio ve la naprotecnología, el amplio mundo de la fertilidad, desde una perspectiva más existencial, más del día a día. Desea, y es legítimo, tener un hijo. Y con el paso del tiempo, cuando este no llega, puede ir creciendo la preocupación, el agobio, cierta presión del grupo de amigos. Les gustaría, pero viven en el día de la marmota: el hijo no llega y sigue sin venir. O da sus primeros pasos, en el útero de la mujer, y de nuevo se produce un aborto espontáneo, cada vez más doloroso que el anterior. Anhelan tener un hijo, pero intuyen que ese deseo no les da licencia para hacer “lo que sea o a cualquier precio”. Y buscan solución, ayuda, en la naprotecnología.
No faltan mujeres que se acercan a este tema buscando el conocimiento de su cuerpo y su propia salud: enfermedades diagnosticadas o intuidas como la endometriosis, el síndrome de ovario poliquístico, o “simplemente” fuertes dolores en la menstruación.
Hoy en día no faltan corrientes amantes de lo natural: vegatarianos, veganos… Buscan evitar todo tipo de grasas, promoción de una bioagricultura, anti-transgénero. Y en esa misma órbita quieren evitar cualquier tratamiento agresivo para la salud, cualquier exceso de hormonas o de nutrientes desequilibrados. Lo natural es bueno, y la Napro es natural, promueve lo natural.
El buen pensador y el sacerdote ven la naprotecnología como una ciencia acorde a una sana comprensión de la naturaleza humana. Naturaleza en sentido profundo, “filosófico”: el hombre es un ser complejo, formado de cuerpo y alma. Dos elementos relacionados recíprocamente, complementarios. No tiene sentido pensar en mi cuerpo prescindiendo talmente de mi espíritu, y viceversa. Y una dimensión tan importante como es la sexualidad, y su realización concreta en la fertilidad, no puede prescindir de ambos elementos. No se puede separar el hecho biológico de la fertilidad de la entrega mutua de los esposos, en cuerpo y alma, entrega física y entrega espiritual, trascendente.
El bioeticista completa esta visión observando, primero, los datos positivos de la medicina aplicada a esta disciplina, y en segundo lugar la solidez del planteamiento antropológico y ético que hay detrás de este modo de abordar la verdadera salud sexual del ser humano, en su integridad y acercamiento al bien.
Ver todas las diversas caras de un poliedro, y todas a la vez, es complicado. Cada observación completa la anterior, aunque siempre le falta la siguiente. En estos días ha caído entre mis manos un buen libro para completar tantas perspectivas: La Naprotecnología y más allá.