- Santos AGAPIO y SECUNDINO, obispos y mártires. En Numidia, actual Argelia. Después de un largo destierro llegaron a ser martirizados por su condición de obispos durante la persecución de Valeriano, en la que se pretendía suscitar el furor de los gentiles para poner a prueba la fe de los justos. Fueron también martirizados San Emiliano, soldado, las Santas Tertula y Antonia, vírgenes, y una madre con sus hijos gemelos. (258).
- Santa ANTONINA, mártir. En Nicea, Turquía. Fue cruelmente torturada y atormentada con distintos suplicios, luego estuvo tres días colgada y después encarcelada durante dos años. Por último, fue quemada viva. (s. IV).
- San FLORIÁN, mártir. En Nórico, Alemania. Durante la persecución de Diocleciano fue arrojado desde el puente al río Enns con una piedra atada al cuello. (304).
- San SILVANO, obispo de Gaza, otros treinta y dos compañeros, mártires. En las minas de Fennes, Palestina. Fueron decapitados por orden el césar Maximino Daya. (304).
- Beato LADISLADO de GIELNIOW, presbítero. Varsovia. Franciscano. Predicaba con fervor la Pasión del Señor y la celebraba con piadosos himnos. (1505).
- Beato JUAN MARTÍN MOYË, presbítero. En Tréveris, Alemania. De la Sociedad de las Misiones Extranjeras. En Lorena fundó el Instituto de Hermanas de la Divina Providencia, y en China reunió en régimen de vida común a unas vírgenes dedicadas a la enseñanza. Se mostró siempre inflamado por el celo de las almas, aún después de verse obligado a abandonar su patria durante la Revolución Francesa. (1793).
Hoy recordamos especialmente a SAN JUAN HOUGHTON, ROBERTO LAWRENCE, AGUSTÍN WEBSTER, RICARDO REYNOLDS y JUAN HAILE
Durante el reinado de Enrique VIII, estos santos mártires, priores respectivamente de las cartujas de Londres, Veauvalle y Axholme, y San Ricardo, de la orden de Santa Brígida, después de haber profesado valientemente la fe, fueron arrastrados vivos hasta el lugar de su suplicio en Tyburn en 1535. Perecieron ahorcados junto con Juan Haile, presbítero y párroco.
Son los protomártires de la persecución iniciada por Enrique VIII contra todos los que no aceptasen el cisma promovido por él cuando se proclamó cabeza de la iglesia inglesa.
Fueron martirizados con ensañamiento.