- San PAPÍAS, obispo. En Frigia, Turquía. Se dice que fue oyente de Juan, el Presbítero, y compañero de San Policarpo. Sabio comentarista de los textos del Señor. (s. II):
- San PASCASIO, obispo. En Galia Lugdunense. Célebre por su erudición y la santidad de costumbres. (s. IV).
- San MAXIMIANO, obispo. En Rávena. Cumplió con fidelidad su ministerio episcopal y luchó contra los herejes de la época en favor de la unidad de la Iglesia. (556).
- Beata ISABEL, virgen. En Longchamp, París. Hermana de San Luis IX, que renunció al matrimonio de realeza, así como a preeminencias mundanas, y fue fundadora de un monasterio de Hermanas Menores, con las que sirvió a Dios en humildad y pobreza. (1072).
- Beato DIEGO CARVALHO, presbítero y mártir. En Sendai, Japón. Jesuita. Soportó injurias, cárceles, caminatas fatigosas realizadas en pleno invierno, con fe intrépida confesó a Cristo, junto con otros compañeros, en el agua helada. (1624).
- Beata MARÍA de JESÚS d’OUTERMONT. En Florencia. Nació en Bélgica. Madre de cuatro hijos. Al enviudar, y sin descuidar sus deberes maternos, fundó y rigió la Sociedad de Hermanas de María Reparadora confiando en el auxilio divino, y superadas no pocas enfermedades, al regresar a su patria, fallecía. (1878).
Hoy destacamos a SANTA MARGARITA CORTONA
Nació en Umbria, en Italia, en 1247. Muerta su madre cuando tenía ella 8 años, no recibió el trato que era de esperar de su madrastra. Por ello, a los 16 años, buscó afecto en un joven noble, llamado Arsenio. Llegarían a tener un hijo en común, pero nunca contrajeron matrimonio.
La convivencia duró 9 años, hasta que el joven murió en una cacería. Fue ella la que descubrió el cadáver, quedando profundamente impactada.
Decidió, entonces, regenerarse mediante una vida de penitencia y piedad, y quiso volver a la casa paterna, pero no fue aceptada. Marchó a Cortona, en miseria total, donde fue acogida por dos señoras nobles, que le ofrecieron hospitalidad y trabajo y la pusieron en contacto con el convento de San Francisco.
Margarita permaneció en Cortona el resto de su vida. Orientada por los Padres Franciscanos se dedicó a una vida de oración, de penitencia y de caridad, especialmente con los pobres y enfermos.
Después de tres años de pedirlo constantemente, en 1275, fue admitida como terciaria franciscana. Se alojó en una pequeña habitación junto a la Iglesia de San Francisco. Allí permaneció durante 13 años, sometida a una rigurosa ascesis y dedicada a la oración.
Dispuesta a elegir este género de vida, confió su hijo a un preceptor, aunque ella le siguió con afecto sus estudios, en su noviciado y en su ingreso en la Orden Franciscana.
En su oración, el Señor concedió muchas gracias místicas a Margarita.
Admirando su vida y virtud, se le unieron algunas amigas, que la acompañaban en sus obras de caridad.
Ayudadas por benefactores, con ellas fundó en 1278 el Hospital de Santa María de la Misericordia para acoger a los más pobres.
Trabajaba para ganarse la vida, y sus ganancias la daba en limosnas.
En 1288 se retiró a una celda sobre el monte que domina la ciudad de Cortona, perteneciente a los monjes benedictinos, donde permaneció hasta su muerte.
El Señor le siguió concediendo numerosas gracias místicas, como éxtasis. Trabajó mucho por la paz en Cortona.
Murió con gran fama de santidad en 1297. Ya fue venerada en vida.