- Santos CALARAMPO, PORFIRIO y DAUCTO, mártires. En Magnesia, Turquía. Junto con otras tres mujeres sufrieron martirio en tiempos del emperador Septimio Severo. (s. III).
- Santos ZÓTICO y AMACIO, mártires. En Roma. (ss. III/IV).
- San SILVANO, obispo. En Campania. (s. IV).
- Santa ESCOLÁSTICA, virgen. En Campania. Hermana de San Benito, la cual, consagrada desde su infancia Dios, mantuvo una perfecta unión espiritual con su hermano, al que visitaba una vez al año en Montecasino, para pasar juntos una jornada de santas conversaciones y alabanza a Dios. (547).
- San TROYANO, obispo. En Aquitania, Francia. (550).
- San PROTADIO, obispo. En Burgundia, Francia. (624).
- Santa AUSTREBERTA, virgen y abadesa. En Neustria, Francia. Rigió el monasterio de Pavilly, fundado por el obispo San Audeno. (704).
- San GUILLERMO, eremita. En Grossetto, la Toscana. Cuya vida inspiró y dio origen a numerosas congregaciones eremíticas. (1157).
- Beato HUGO, abad. En Namur, Bélgica. A quien su maestro San Norberto, al ser elegido arzobispo de Magdeburgo, le encomendó la organización de la nueva orden, que rigió sabiamente durante treinta y cinco años. (1163).
- Beata CLARA, viuda. En Rímini, Italia. Por medio de la penitencia, mortificación y ayunos expió la vida disoluta que había llevado antes y, después de reunir un grupo de compañeras en un monasterio, sirvió a Dios con humildad de espíritu. (1329).
- Beato PEDRO FREMOND, mártir, junto con otras CINCO COMPAÑERAS, mártires, incluida su esposa. En Angers. Durante la Revolución Francesa fueron fusiladas por su fidelidad a la Iglesia. (1794).
- Beata EUSEBIA PALOMINO YENES, virgen. En Huelva. Del Instituto de Hijas de María Auxiliadora, que, dando un gran ejemplo de humildad y evitando toda ostentación, mostró su espíritu de abnegación en las tareas más sencillas y mereció los dones de la Gracia. (1935).
Hoy destacamos al BEATO LUIS STEPINAC
Nació en 1898, en la aldea de Krasic, en Croacia. Familia humilde de campesinos. Siendo muy joven decidió consagrarse al servicio de Dios, y en 1930 recibía la ordenación sacerdotal en Roma.
En 1934, sólo 4 años después, era consagrado para regir la sede de Zagreb como arzobispo, siendo el más joven de toda la Iglesia en aquel momento.
Luis Stepinac se había destacado por defender los derechos de todos los que sufrían, sin importarle su religión, su patria o su color de la piel durante la I Guerra Mundial. También destacó por la defensa de Croacia, atacada por todas partes.
Durante la II Guerra Mundial, el arzobispo Stepinac protegió a los perseguidos y necesitados, y levantó la voz ante las injusticias con valor.
En 1945, su nación fue incorporada por la fuerza a Yugoslavia, cuyo régimen comunista abolió los derechos humanos y obligó a los croatas a renunciar a sus creencias.
Comenzó una nueva batalla para el arzobispo. Vio como torturaban a sus sacerdotes, como maltrataban a sus hermanos, y como se destruían las escuelas católicas.
Para dominar a la población católica croata, los dirigentes yugoslavos le propusieron a Stepinac separarse de Roma y crear una “iglesia nacional”. Pero él rechazó la propuesta.
Ante su firmeza en defender la fidelidad a la Iglesia, la fe de su pueblo, y su patria, fue acusado de ser colaborador nazi y lo condenaron a trabajos forzados. Todo ello con testigos falsos amenazados de torturas y de muerte. Llegaron a presionar a su madre y a uno de sus hermanos para que cejara en su empeño; fueron torturados cruelmente y enviados a un campo de concentración.
Mientras estaba preso, el Papa Pío XII lo nombró cardenal. Como seguía firme en su fidelidad a Roma, defendiendo su tierra y abogando por los pobres, y no podían matarlo, aunque quisiesen, las autoridades comunistas planearon la muerte lenta y dolorosa. Lo sometieron a radiaciones todas las noches para que su cuerpo se debilitara hasta la muerte.
Soportó sin odio este cruel martirio, ofreciéndolo por su pueblo. Murió en 1960.