En Jerusalén, a los cuarenta días de la Epifanía, que celebraba entonces la Natividad del Señor, se desarrollaba la Fiesta del ENCUENTRO o HYPAPANTE.
Así lo recuerda la peregrina gallega EGERIA, testigo de excepción de esta fiesta jerosolomitana que pronto pasará a ser celebrada en Occidente: “EL CUADRAGÉSIMO DÍA DE EPIFANÍA ES CELEBRADO AQUÍ CON SUMO HONOR. ESE DÍA HAY PROCESIÓN EN LA ANÁSTASIS, EN LA QUE TODOS TOMAN PARTE, Y TODO SE HACE ORDENADAMENTE Y CON SUMA ALEGRÍA, COMO POR PASCUA. PREDICAN LOS PRESBÍTEROS Y TAMBIÉN EL OBISPO, TRATANDO SIEMPRE DE AQUEL LUGAR DEL EVANGELIO DONDE SE DICE QUE EL CUADRAGÉSIMO DÍA LLEVARON JOSÉ Y MARÍA AL SEÑOR AL TEMPLO, Y LE VIERON SIMEÓN Y ANA, PROFETISA, HIJA DE FANUEL, Y DE LAS PALABRAS QUE DIJERON AL VER AL SEÑOR, LO MISMO QUE DE LA OFRENDA QUE OFRECIERON SUS PADRES”. Hasta aquí las impresiones de Egeria que ella redacto a finales del siglo IV. En Occidente se pasaría a celebrar, pues, a partir del siglo VII, el 2 de febrero.
Es la Fiesta de la Presentación del Señor que ahora se celebra cuarenta días después del 25 de diciembre, Nacimiento del Señor. Es la gran Fiesta del Ingreso de Jesús en el Templo, de su Ofrecimiento como Primogénito, de su Subida a Jerusalén, de su Revelación como Luz de las Gentes y, también, signo de contradicción. También se busca resaltar el Encuentro de Cristo con su Pueblo Israel.
El LUCERNARIO inicial de la Fiesta, con la monición y la procesión con las velas encendidas, ritualiza las palabras del Anciano Simeón. Por eso se llama también Fiesta de la Candelaria en honor a Cristo LUZ DE LAS GENTES.
María tiene un papel específico en esta Fiesta como Madre Virgen oferente, a quien se le anuncia la “espada de dolor”.
Idealmente, esta Fiesta se coloca al final del ciclo natalicio y es ya una profecía de la Pasión del Primogénito, en estrecha relación, pues, con el Misterio Pascual en la doble expresión de INMOLACIÓN y GLORIFICACIÓN de Cristo. De este modo, Navidad se enlaza teológicamente con la Pascua del Señor que es raíz y fundamento de todo el año litúrgico.
Desde la reforma litúrgica, este día recuperó su carácter más cristológico, es decir, es considerada “fiesta del Señor”, de ahí el título litúrgico de “La Presentación del Señor en el Templo” que quitó presencia al anterior de “La Purificación de la Virgen María” tema en el que siempre se hizo incidencia un tanto equivocada, era una purificación ritual, no moral.
Litúrgicamente el mensaje de esta Fiesta está en plena continuidad con el Misterio de Navidad, como ulterior significado de la Encarnación redentora; y se proyecta hacia el Misterio Pascual al presentar a Cristo y a la Virgen en la dimensión de la futura Pasión salvadora.
Ya en la Monición de Entrada, que da sentido a la celebración y la procesión de la luz, que comenta la expresión del Anciano Simeón “Luz de las Gentes”, se repite el tema del ENCUENTRO de Dios, en su Hijo Encarnado, con su Pueblo.
Los textos de las oraciones litúrgicas y el Prefacio son de una gran sobriedad y belleza.