Otra nota de espiritualidad para el Día del Señor la ofrece la presencia de la Virgen María. Presencia verdadera de la Madre de Dios en medio de sus hijos, en medio de una comunidad eclesial que se reúne para celebrar el Día del Señor.
Se trata de una presencia natural en medio de los fieles que celebran la Resurrección de Cristo. Y de un recuerdo de su conexión esencial en el misterio pascual de su Hijo.
Si el sábado precede al domingo, como la aurora al sol, la memoria de la Virgen María prepara la celebración de Cristo.
No hay domingos marianos en la liturgia, si exceptuamos el Domingo IV de Adviento, del que ya hablamos. Pero sí que hay una presencia discreta de la Virgen en la liturgia eucarística y en el canto del Magnificat, allí donde se recen Vísperas II solemnes.
En ese momento, la Iglesia, a través de las comunidades que viven el rezo comunitario y solemne de Vísperas se “revisten” de los sentimientos de la Madre de Dios para cantar su acción de gracias.