Hoy, martes, comenzamos en la Parroquia la Novena a San Sebastián, mártir, que al igual que el año pasado, y lo mismo que se hizo con la de San Roque, peregrino, haremos su ejercicio tanto a la mañana como a la tarde, para que los que tengan la costumbre de asistir a la misa tanto de la mañana como de la tarde puedan practicar esta piedad e impetrar de Dios, por su misericordia, el vernos libres de esta prueba.
Veamos, brevemente, en donde encontramos fundamento para acudir a este mártir milanés de la Antigüedad, del siglo IV, y pretoriano, para buscar refugio y esperanza en su protección.
Recordemos que estos tiempos convulsos que vivimos como sociedad, donde nos hemos enfrentado a la mayor pandemia que haya conocido este siglo, no podemos obviar que las epidemias y enfermedades forman parte de la naturaleza humana que a lo largo de los siglos ha condicionado el devenir de las sociedades.
Uno de los protectores históricos que alberga la Iglesia católica ante estos hechos, ha sido siempre atribuido a San Sebastián, mártir. ¿Cuál es la causa histórica y religiosa de esa atribución?
Durante la Edad media, las personas solían asociar las flechas y las epidemias: ambas llegaban por el aire, pesaban y no hacían ruido, recordando el pasaje de la Ilíada en que Apolo desencadena la peste con el disparo de una flecha, así como citas bíblicas que hablan del castigo de Dios sobre los impíos:
“Y si el impío no se arrepiente, El afilará su espada; tensado y preparado está su arco. Ha preparado también sus armas de muerte; hace de sus flechas saetas ardientes”.
(Sal 7, 12-13)
“Mas Dios los herirá con saeta; de repente serán sus plagas.”
(Sal 64, 7)
Los fieles cristianos que buscaban un protector contra las pestes y epidemias, relacionaron las llagas de San Sebastián con las costras causadas por la peste que diezmó a Europa en el pasado.
Sebastián sufrió las flechas del martirio y la peste se relacionó con flechas que causaban un daño mortífero a los apestados. Así se convirtió en el santo especializado en preservar y combatir las epidemias, por haber padecido dolores semejantes a los causados por la peste.
El origen de la protección de San Sebastián sobre la peste data del año 680, cuando libró a Roma de una gran epidemia, hecho divulgado por Pablo Diácono en su Historia de Los Lombardos. La obra narra cómo durante una epidemia de peste que asolaba el territorio a finales del siglo VII, una aparición reveló que la plaga no cesaría hasta que se fundara un altar dedicado a San Sebastián en la basílica de San Pedro ad Vincula.
Fue así como se empezaron a erigir iglesias en lugares como Venecia, que sufrieron los embates de las epidemias pestíferas. En la capital de la Serenísima se erigió la iglesia de San Sebastián, con una estatua exterior del mártir asaeteado, a esa iglesia acudían los ciudadanos a suplicarle que los preservara de la peste.
Vivamos esta Novena con fe y espíritu de penitencia para que San Sebastián, por su intercesión, proteja nuestra Parroquia de la pandemia del Covid-19, y nos veamos libres de ella.