- Santa LEOCADIA, virgen y mártir, en Toledo. (303).
- San SIRO, obispo. Primer obispo de Pavía. (s. IV).
- Santa GORGONIA, madre de familia. En Capadocia, Turquía. Hija de Santa Nonna y hermana de San Gregorio, el Teólogo y de San Cesáreo. Grande en virtudes. (374).
- San CIPRIANO, abad. En la Galia. Preclaro en el cuidado de sus hermanos de monasterio. (s. VI).
- Beato LIBORIO WAGNER, presbítero y mártir. En Baviera. Eximio por su caridad, coronó con el derramamiento de su sangre la cura pastoral, tanto de católicos como de herejes. (1631).
- San PEDRO FOURIER, presbítero. En la Borgoña francesa. Escogió una parroquia muy pobre en Lorena. La sirvió admirablemente. Fundó la Congregación de Nuestra Señora, para la educación gratuita de las niñas. (1640).
- Beato BERNARDO MARÍA DE JESÚS, presbítero. En la región del Lacio, Italia. Sacerdote de la Congregación de la Pasión. Se esforzó por darla a conocer. (1911).
- Beato JOSÉ FERRER ESTEVE, presbítero y mártir. En Valencia. De las Escuelas Pías. Fusilado por los marxistas. (1936).
- Beatos JULIÁN RODRÍGUEZ SÁNCHEZ y JOSÉ GIMÉNEZ LÓPEZ, presbíteros y mártires. En Valencia. Martirizados en las mismas condiciones. (1936).
Hoy destacamos a:
SAN JUAN DIEGO CUAUHTLATOALTZAIN. Su apellido significa “águila que habla” o “el que habla con un águila”. Indígena del reino de Texcoco, de México. Nació en 1474. Casado.
Conoció a Fray Juan de Gante que lo instruyó en la fe: se bautizó ese mismo año, tomando por nombre Juan Diego, y también su esposa, que se llamó María Lucía.
En 1529 quedó viudo. Se fui a vivir con un tío.
Todos los fines de semana caminaba 14 kilómetros para ir a la catequesis y asistir a Misa.
El sábado 9 de diciembre de 1531, mientras se dirigía a pie, en un lugar llamado Tepeya, vio a la Virgen, que se le presentó como “la perfecta siempre Virgen Santa María, madre del verdadero Dios”. La Virgen le pidió que en su nombre se construyese una iglesia en el lugar de la aparición. El obispo era el franciscano Juan de Zumárraga. El obispo le escuchó con atención. Pero para creerlo necesitaba un signo.
Juan Diego se lo comunicó a la Señora, que le mandó volver al día siguiente, y se lo dio. Juan no pudo ir al Tepeyac, porque su tío estaba muy enfermo, y se quedó con él.
Pero el 12 de diciembre, martes, cuando Juan Diego se dirigía de nuevo a la ciudad, la Virgen se le volvió a aparecer y le invitó a que subiera la cima de la colina de Tepeyac, recogiera flores y se las llevara a ella. A pesar de que era invierno, encontró unas rosas muy bonitas, las cogió, se las colocó en la “tilma” y se las llevó a la Virgen.
Ella le dijo que se las llevara al obispo.
Cuando se las enseñó al obispo, y dejó caer las flores, en el tejido apareció de modo inexplicable la imagen de la Virgen.
La capilla se construyó y albergó la milagrosa imagen de María. Junto a ella vivió como ermitaño Juan Diego, consagrado a Dios, hasta su santa muerte, en 1548.