Ante la proximidad de la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen, Nuestra Señora, ofreceremos algunos de los fundamentos bíblicos que se han tenido presentes a la hora de elaborar el dogma que define esta verdad en la persona de la Madre de Dios.
El primero de todos lo encontraríamos en el pasaje del Génesis conocido como “Protoevangelio” (Gn 3, 15), llamado así pues ya hay un mensaje de Salvación y de esperanza por parte del mismo Dios a la hora de establecer el nuevo orden de cosas después de la fatal caída de nuestros primeros padres Adán y Eva. Este “protoevangelio”, pues, describe la enemistad entre la “mujer” y su estirpe por una parte y la “serpiente” por otra. La estirpe de la Mujer es el Mesías, la “mujer” requiere que pensemos en la Virgen María. María, y su Hijo, están unidos en su oposición a Satanás. Visto el hecho de que todo pecado abre el espacio al diablo, una contraposición total con Satanás exige también la ausencia absoluta del pecado. Y esta ausencia de pecado total implica la victoria sobre el causante del desorden moral en la historia y en el mundo, y en el corazón del hombre. La hostilidad que establece Dios acoge explícitamente un anuncio de triunfo y aplastamiento sobre el Malo. Dios, además, de hacernos conscientes de las consecuencias de las decisiones erróneas de Adán y Eva, puso el remedio a la causa de las mismas.
Otro fundamento bíblico, el más conocido, lo contiene San Lucas en su Evangelio (Lc 1, 28). Recordemos la salutación del Arcángel “Alégrate, llena de gracia”. El saludo indica la plenitud de gracia en María, la cual recibe este mensaje como un verdadero Título. María está colmada, rebosante de gracia, y por ello, responde con generosidad al anuncio de Gabriel. La abundancia de gracia presupone la ausencia de pecado, y de inclinación, por mínima que fuese, al mismo.
Estas dos citas bíblicas han servido para justificar sobradamente el Dogma de la Inmaculada Concepción recogido en la Bula Ineffabilis Deus (1854), por el Papa Pío IX.
Aun así, se tiene, a mayores, presente el pasaje del libro del Apocalipsis que nos habla de la “mujer vestida de sol” (Ap, 12, 1). Con esta cita se nos está presentando la santidad de toda la Iglesia, pero con los rasgos propios de una mujer, de una mujer que es la Madre de Dios. A pesar de sus sufrimientos, que no debemos confundir con las tentaciones, que nunca tuvo, está “vestida de sol”, esto es, lleva el esplendor dentro de sí de toda la vida del Cielo.