Ofrecemos esta vez a consideración un texto que forma parte de una serie de sermones famosos predicados por John Henry Newman, este santo obispo inglés recientemente canonizado por el Papa Benedicto XVI. John Henry Newman era anglicano en el momento que predicó estos sermones escatológicos acerca del Anticristo. Su búsqueda rigurosa y humilde de la Verdad; su conocimiento de los Santos Padres de la Antigüedad; el ejercicio de la razón, y la escucha atenta a su corazón, le llevará a entrar en la Iglesia Católica en uno de los procesos de conversión al catolicismo más populares por la polémica desatada en la todavía muy anticatólica Inglaterra del momento.
El tema que se expone hoy es necesario. Pero es dado también a charlatanería. Si acudimos al verbo del santo obispo inglés es por su conocimiento de la Sagrada Escritura y de los Santos Padres, lo cual, le sirve, de forma cautelosa, para exponer este tema tan propio y necesario. Con rigor, leamos a este hombre de exquisita sensibilidad y agudeza sobre un tema que forma parte de la Revelación y ante el cual hay que saber disponerse.
“Tratemos de comprender y profundizar en esta idea que acabamos de presentar a nuestra consideración: aunque la Iglesia ha sido preservada de la persecución durante mil quinientos años, sin embargo, una persecución la aguarda antes del fin, más feroz y peligrosa que cualquiera que haya sufrido desde su comienzo.
Más aún, esta persecución estará acompañada por la cesación de todo culto religioso: “Abolirán el Sacrificio Perpetuo”. Los Padres de la Iglesia interpretaron estas palabras en el sentido de que el Anticristo suprimirá durante tres años y medio todo culto religioso. San Agustín se pregunta, incluso, si el bautismo será administrado a los niños en dicho período. Aún más, se nos dice que “pondrán la abominación de la desolación” (Dan 11, 31) en el Lugar Santo, que allí “la erigirán”. Nuestro Salvador dice lo mismo. No podemos saber con certeza qué significa esto, mas en el precedente cumplimiento de la profecía consistió en la introducción de ídolos paganos en la casa de Dios.
Aparentemente, el reino del Anticristo será apoyado por un despliegue de milagros parecido al que los magos de Egipto efectuaron contra Moisés. Por supuesto, que en este tema aguardamos una elucidación más completa del lenguaje profético, que sólo el suceso mismo podrá darnos. (…).
Por lo tanto, sin detenernos a buscar otros, la última persecución será más tremenda que cualquiera de las precedentes en estos cuatro aspectos: será en sí misma más fiera y horrenda; será seguida por una suspensión de las disposiciones ordinarias de la gracia: “El Sacrificio Perenne”; será acompañada por un establecimiento abierto y blasfemo de la infidelidad, o de alguna enormidad en lo más sagrado de la Iglesia; por último, será seguida por la capacidad de obrar prodigios. ¡Bueno será para los cristianos que dichos días sean acortados! Acortados por el bien de los elegidos, que de otro modo serán abrumados; acortados, como parecería, a tres años y medio”.