A Jesús, Nuestro Señor, no le debió gustar que dijesen con soberbia “¿No es éste el hijo del carpintero?” (Mt, 13-54ss). Al menos, le debió lastimar en su Corazón. Así, fue imposible que pudiese hacer más milagros en su hogar.
El P. Caffarel escribió: “¿Qué significa carpintero? No es campesino ni un comerciante, sino el hombre de quien echa mano todo el mundo: el carpintero y carretero al mismo tiempo fabrica yugos, forja y trabaja construyendo y manteniendo viviendas. Atiende igual al labrador que quiere que se ocupe al instante del yugo roto o del arado torcido que a la mujer que va a comprarle un baúl o un cajón, al panadero que quiere una artesa nueva o al albañil que necesita jambas y dinteles para sus puertas. Fijémonos en lo que todos estos trabajos en madera y en hierro han supuesto para José: gracias a su oficio, conoce el valor de las cosas y del tiempo, el precio del esfuerzo del hombre, la dignidad del trabajo bien hecho y adquiere por todo ello una dignidad y una sabiduría nuevas”.
Es cierto que la riqueza humana de este oficio es grande. Además, por ser trabajo manual, le da tiempo a la contemplación a la vez que está serrando o martilleando un madero. San José no vive acomplejado por ser carpintero. Como ensañaba el Papa Francisco “El trabajo es un elemento fundamental para la dignidad de una persona. El trabajo nos unge de dignidad, nos colma de dignidad; nos hace semejantes a Dios, que trabajó y trabaja, actúa siempre; da la capacidad de mantenerse a sí mismo, a la propia familia, y contribuir al crecimiento de la propia nación.
También San José tuvo momentos difíciles, pero nunca perdió la confianza y supo superarlos, en la certeza de que Dios no nos abandona”.
San José sigue siendo el patrono de los trabajadores y es muy eficaz para encontrar trabajo y ayudarnos en los apuros si se le pide con confianza.
Acudamos al carpintero de Nazaret, fijémonos en su modo de santificar el trabajo, pidámosle que se acabe el paro, que nos ayude a adquirir la virtud de la laboriosidad vivida con amor. Como toda virtud que se precie.