Consideraciones sobre los novísimos – Día 5

by AdminObra

Ofrecemos a consideración estas reflexiones del Cardenal Robert Sarah expuestas en su libro “La fuerza del silencio” publicado en el año 2017, cuya idea fundamental, el silencio como viene recogido en su título, es propuesto también como actitud ante la muerte. Silencio que nos hace afrontar a la muerte desde la contemplación de la Muerte Redentora del Señor, silencio que nos ayuda a vivirla con la serenidad del que está anclado en la fe en el Hijo de Dios. Silencio que nos lleva a la elocuencia de la Vida en plenitud. Interesantísimas pues, estas reflexiones, fácilmente asequibles para todos, y llenas de elegancia espiritual.

“La muerte es el silencio del misterio, el silencio de Dios y el silencio de la vida.

¿Cómo pueden los cristianos alimentar su silencio? La respuesta definitiva la ofrece Cristo en la Cruz, donde encuentran a un Dios que sufre y muere. Pero la victoria de Cristo es la fuente de la esperanza y del silencio, tan inmenso es el don de Dios.

La enseñanza de la Iglesia no consiste ante todo en consolar o tranquilizar con dulces palabras: lo que quiere es hablar, siguiendo las huellas de Cristo, de la inmortalidad del alma y de la resurrección de los cuerpos. El prefacio primero de difuntos contiene esta afirmación: LA VIDA NO TERMINA, SINO QUE SE TRANSFORMA, Y, AL DESHACERSE ESTA MORADA TERRENAL, ADQUIRIMOS UNA MANSIÓN ETERNA EN EL CIELO”. Ante esta realidad solo se impone el silencio.

¿Por qué vamos a alzarnos en contra de la muerte? El rechazo a la muerte es un callejón sin salida. Porque, por encima de la ausencia y la sepultura, la muerte es un nuevo nacimiento. Ante ella somos como los recién nacidos: no sabemos hablar, pero la vida se desarrolla y crece de manera invisible.

La muerte es comprensible si dirigimos en silencio a Cristo una mirada de fe: desde el calvario, donde se derriba a un Dios herido y destruido, hasta la sepultura, donde a los tres días es vencida la muerte, los hombres encuentran en El la esencia y el aroma del silencio divino.

El cristianismo permite a la humanidad tener una visión de la muerte más simple, más serena y más silenciosa, alejada de los gritos, del llanto y de la desesperación.

La muerte es una puerta que hemos de aceptar franquear sin ruido, porque se abre ante nosotros para conducirnos a la vida. (…). Debemos desear cruzar esa puerta serenamente y con fe.

(…).

La muerte es una puerta”.