Ofrecemos en este día a consideración un texto contenido en el libro “El Purgatorio. Una revelación particular” que como indica su título es un conjunto de revelaciones particulares vividas por un fiel anónimo que mueven a verdadera piedad y ayudan a sentir cercana esa otra parte de la Iglesia que es la purgante; nos ayuda a tener una visión de la verdadera dimensión de toda la Iglesia. No están “como” nosotros, pero sí están “cabe” nosotros.
Los editores han suprimido alguna apreciación que pudiese resultar chocante y que en nada daña el conjunto de estas revelaciones particulares.
Se recoge en la presentación de ese volumen la siguiente afirmación que reproducimos a continuación por resultarnos verdaderamente esperanzadora: “El Purgatorio es un don del Corazón herido del Cordero, donde la Misericordia envuelve a la Justicia”.
“La Santa Misa es fuente de todas las gracias, y durante todo el día sentí en mi interior una especie de luz muy dulce que abría los ojos de mi alma a las realidades invisibles del mundo sobrenatural. Por done fuera veía multitudes de almas del Purgatorio: venían en silencio y la mayoría se cubrían con una especie de bruma cenicienta, tendiendo las manos, como si mendigaran otras oraciones. ¡Qué emocionante simbolismo! Ofrecí por ellas todo cuanto había hecho durante el día.
(…).
Invoqué al Señor, y le pedí que renovase sobre estas almas la abundante y vivificante efusión de su preciosísima Sangre; varias veces vi como una doble marea de sangre brotaba de las llagas y del Corazón ardiente de Jesús crucificado, o más bien que toda su Sangre se reunía en un solo río, para derramarse en dos olas ardientes; la primera regaba en la tierra a la Iglesia militante, y la otra reposaba como una nube sobre el Purgatorio. Cuando presenté al Padre esta Sangre redentora, un diluvio de luz caía sobre las benditas ánimas del Purgatorio, que lo recibían como una lluvia bienhechora, como personas sedientas y perdidas en el desierto, que de pronto recibiesen una copiosa lluvia de agua clara y fresca.
(…).
Comprendí (al entrar en el silencio de una iglesia) que todo cuanto hacemos en un día, ofreciéndolo, puede servirles como sufragio: oraciones, también obras buenas, actos de piedad y de devoción, jaculatorias hacia el Señor, la Santísima Virgen y los santos, actos de humildad, todos los sufrimientos, las pequeñas mortificaciones voluntarias, la resignación ante la enfermedad y la muerte, en resumen, todo lo que podemos hacer”.
“El Purgatorio. Una revelación particular”, Rialp,