En las apariciones reconocidas por parte de la autoridad eclesiástica, se halla una fuerte orientación cristológica y eclesiológica.
Está la llamada a la penitencia y el estímulo de la oración.
Un papal particular se manifiesta a favor de los niños y de las mujeres.
A menudo, pero no siempre, se observa en la elección de los videntes una “opción por los pobres”.
Todos estos momentos subrayan el acento sobre la iniciativa de Dios.
Frecuentemente se repite la ayuda a los enfermos en las curaciones, que se convierte en un signo para reavivar la fe.
En los santuarios marianos ligados a las apariciones se encuentra un incremento de la vida sacramental (renovación de la gracia bautismal, confesiones, Eucaristía y Adoración).
Entre los aspectos dogmáticos son subrayados particularmente los ligados a la Inmaculada Concepción y a la mediación mariana. Con María Inmaculada se une la petición de la Consagración a su Corazón.
Se manifiesta la plenitud de la Gracia y de Gloria: el color blanco remite a la pureza y a la transfiguración del Cuerpo de María en el Cielo; el azul es el color del Cielo; el oro indica la dignidad real.
El aumento de las mariofanías después de 1830 es “un grito de la Madre que asume los tonos de la profecía y de la apocalíptica para detener los pasos insensatos de buena parte del mundo” (De Fiores).