- Santa APOLONIA, virgen y mártir. En Alejandría de Egipto. Tras sufrir crueles tormentos por parte perseguidores, para no verse obligada a proferir palabras impías, prefirió tirarse al fuego antes de renunciar a la fe. (250).
- Numerosos SANTOS MÁRTIRES. En Alejandría de Egipto. Que durante la celebración de la Eucaristía fueron asesinados de distintos modos por los arrianos. (s. IV).
- Santos PRIMO y DONATO, diáconos y mártires. En Argelia actual. Por defender el altar de la Iglesia murieron a manos de herejes. (361).
- San MARÓN, eremita. En Siria. Tras una vida de penitencia e intensa piedad falleció, en cuyo lugar se levantó un monasterio que lleva su nombre. (423).
- San TELIAVO, obispo y abad. En Cambrai, Reino Unido. Cuyos esfuerzos pastorales son recordados por muchas iglesias locales. (560).
- San SABINO, obispo. En Canosa, Italia. Fue amigo de San Benito y legado de la Santa Sede en Constantinopla para defender la fe católica ante la herejía monofisita. (566).
- San ANSBERTO, abad y obispo. En Hainut, Francia. El cual, después de ser abad en Fontanelle, ocupó la sede episcopal de Rouen, y fue desterrado por el príncipe Pipino. (695).
- San ALTO, abad. En Baviera. Nacido en Irlanda. Fundó en los bosques de esta región el monasterio que lleva su nombre. (s. VIII).
- San REINALDO, obispo. En Umbría. Primero monje camaldulense, y una vez designado obispo mantuvo sus costumbres monásticas. (1222).
- San MIGUEL FEBRES CORDERO, religioso. En Barcelona. De las Escuelas Cristianas. Durante cuarenta años se dedicó a la educación en la ciudad de Cuenca, en Ecuador. Regresó a España, y se distinguió por la perfecta observancia de la disciplina de la vida religiosa. (1910).
Hoy recordamos especialmente al Beato LEOPOLDO de ALPANDEIRE
Fueron sus padres Diego Márquez y Jerónima Sánchez, labradores de origen humilde. Poco se sabe de su primera formación en la escuela del pueblo salvo que creció en un ambiente cristiano. Durante su juventud se ocupó de la escasa hacienda familiar, y trabajó como temporero, con otros hermanos suyos.
Llegado el tiempo de cumplir con el servicio militar, su padre pensó que le resultaría más rentable, ya que Francisco Tomás era el primogénito, pagar la cuota establecida para que otro cumpliera por él con el Ejército, pero él se opuso.
Fue con ocasión de las fiestas celebradas en Ronda, en mayo de 1895, en honor del beato Diego José de Cádiz enterrado allí, capuchino beatificado por el papa León XIII el 22 de abril del año anterior, cuando se decidió a entrar en la Orden Capuchina. En las celebraciones predicaron dos capuchinos que impactaron fuertemente a Francisco Tomás. Así en el verano de 1899, con la ayuda de un sacerdote, consiguió que el provincial de los capuchinos de la recién restaurada provincia de Andalucía, padre Ambrosio de Valencina le admitiera en la Orden. El 16 de noviembre de 1899, Francisco Tomás vestía el hábito capuchino en el convento de Sevilla, y al año siguiente (1900), el mismo día, emitía los votos simples, cambiando su nombre por el de fray Leopoldo de Alpandeire. Le trasladaron al convento de Granada en 1903, donde hizo su profesión solemne el 23 de noviembre de ese mismo año.
Fray Leopoldo ya no saldría de la ciudad de la Alhambra, y sería allí, durante más de cincuenta años, donde se daría a conocer como limosnero. Desde entonces recorrería, con la alforja al hombro, la ciudad y los pueblos de las provincias orientales de Andalucía, pidiendo limosna. Con el paso de los años se fue haciendo más conocido y su figura, la típica de un capuchino de estampa, se identificó con el paisaje de la ciudad, siendo muchos seglares y eclesiásticos, de todas las clases sociales, los que acudían a él en busca de consejo.
Su perfil espiritual fue el de un hombre de profunda vida interior, humilde, al que la fama lo entristecía, mortificado, pobre y austero.
Una caída, la tarde del 9 de febrero de 1953, que le causó la fractura del fémur, le dejó imposibilitado para salir de casa. Desde ese momento se dedicó exclusivamente a la oración y a la intercesión por las necesidades de todo el mundo. Finalmente, el 9 de febrero de 1956 murió en el convento de Granada. Sus funerales, multitudinarios, fueron expresión clara del afecto que el pueblo le profesaba.