- Santa COINTA, mártir. En Alejandría de Egipto. A quien los paganos durante la persecución llevada a cabo por el emperador Decio querían obligar a adorar a los ídolos, pero ella los rechazó firmemente. Atada de pies y manos fue arrastrada por calles y plazas. (249).
- San EVENCIO, obispo. En Pavía. Trabajó fuerte por el Evangelio. (397).
- SANTOS MÁRTIRES DEL MONASTERIO DE DÍO. En Constantinopla. Fueron cruelmente asesinados por la defensa de la fe católica, con ocasión del envío de la carta del papa San Félix contra el patriarca Acacio. (485).
- San IACUTO, abad. En Bretaña Menor. Hermano de los santos Winwaldo y Guethnoc, que construyó cerca del mar un monasterio. (s. VI).
- San HONORATO, obispo. En Milán. Ante el inminente ataque de los lombardos, puso a salvo a buena parte de la población trasladándola a Génova. (570).
- San NICECIO, obispo. En Burgundia. (610).
- San PABLO, obispo. En Verdún. Habiendo abrazado la vida monástica, fue elevado a la sede episcopal de esta ciudad, en a que promovió el culto divino y la vida regular de los canónigos. (647).
- Beato PEDRO, llamado “ígneo”, obispo y monje. Pasó ileso por el fuego. Fue monje de Valumbrosa, y obispo de Albano. Trabajó sin tregua para restaurar la disciplina eclesiástica. (1089).
- San ESTEBAN, abad y fundador. En Limoges, Francia. Fundó la Orden de Grandmond, que confió a los clérigos la alabanza divina y la contemplación, dejando la administración de los asuntos temporales a la caridad de los hermanos legos. (1124).
- San JERÓNIMO EMILIANI, religioso. En Lombardía. Después de una juventud en la que lo dominaba la lujuria y la cólera, tras ser encarcelado por sus enemigos se convirtió a Dios, entregándose al cuidado de los más necesitados, especialmente huérfanos y enfermos. Junto con los compañeros que logró unir, dio inicio a la Congregación llamada Clérigos Regulares de Somasca, y tiempo después, mientras asistía a los enfermos en esta misma localidad, cercana a Bérgamos, contrajo la peste y falleció santamente. (1537).
- Beata JOSEFINA GABRIELA BONINO, virgen. En Piamonte, Italia. Fundó una congregación bajo la protección de la Sagrada Familia de Nazaret, para educar a huérfanos y asistir a enfermos pobres. (1906).
Hoy recordamos especialmente a SANTA JOSEFINA BAKHITA
De su vida no se conocen datos exactos. Se cree que es de Olgossa en Darfur, y que nació en 1869. Vivió su infancia con sus padres, tres hermanos y dos hermanas, una de ellas su gemela.
Su vida fue profundamente marcada cuando unos negreros llegaron a Olgossa y capturaron a su hermana. En su biografía escribió: «Recuerdo cuánto lloró mamá y cuánto lloramos todos». También cuento su propia experiencia al encontrarse con los buscadores de esclavos.
Cuando aproximadamente tenía nueve años, paseaba con una amiga por el campo y vimos de pronto aparecer a dos extranjeros, de los cuales uno le dijo a mi amiga: ´Deja a la niña pequeña ir al bosque a buscarme alguna fruta. Mientras, tú puedes continuar tu camino, te alcanzaremos dentro de poco´. El objetivo de ellos era capturarme, por lo que tenían que alejar a mi amiga para que no pudiera dar la alarma.
Sin sospechar nada obedecí, como siempre hacia. Cuando estaba en el bosque, me percaté que las dos personas estaban detrás de mí, y fue cuando uno de ellos me agarró fuertemente y el otro sacó un cuchillo con el cual me amenazó diciéndome: ´Si gritas, morirás! Síguenos!´».
Fueron esos hombres quienes le pusieron el nombre Bakhita sin comprender a donde ella llegaría. Llevaron a Bakhita a El Obeid donde fue vendida a cinco distintos amos en el mercado de esclavos. Intentó escapar, pero sin éxito. Su cuarto amo fue el peor en sus humillaciones y torturas. Cuando tenía unos 13 años fue tatuada, le realizaron 114 incisiones y para evitar infecciones le colocaron sal durante un mes. Ella cuenta en su biografía: «Sentía que iba a morir en cualquier momento, en especial cuando me colocaban la sal».
El comerciante italiano Calixto Leganini compró a Bakhita en 1882. Era el quinto amo. Ella escribe: «Esta vez fui realmente afortunada porque el nuevo patrón era un hombre bueno y me gustaba. No fui maltratada ni humillada, algo que me parecía completamente irreal, pudiendo llegar incluso a sentirme en paz y tranquilidad».
En 1884 Leganini se vio en la obligación de dejar Jartum, tras la llegada de tropas Mahdis. Bakhita quiso seguir con su amo cuando este se fue a Italia con su amigo Augusto Michieli. La esposa de Michieli los esperaba en Italia y quiso quedarse con uno de los esclavos que traían por lo que se le dió a Bakhita. Con su nueva familia, Bakhita trabajo de niñera y amiga de Minnina, hija de los Michieli.
En 1888 la familia Michieli compró un hotel y se trasladaron a Suakin pero Bakhita decidió quedarse en Italia. Bakhita y Minnina ingresaron al noviciado del Instituto de las Hermanas de la Caridad en Venecia. Esta congregación, fundada en 1808, es más conocida como Hermanas de Canossa.
Fue en el Instituto que Bakhita conoció de verdad a Cristo y que «Dios había permanecido en su corazón», por lo que le había dado fuerzas para poder soportar la esclavitud, «pero recién en ese momento sabía quien era». Recibió al mismo tiempo el bautismo, la primera comunión y la confirmación, el 9 de enero de 1890, por manos del Cardenal de Venecia. Tomó el nombre cristiano de Josefina Margarita Afortunada.
Al ser bautizada expresó: «¡Aquí llegué a convertirme en una de las hijas de Dios!». Se dice que no sabía como expresar su gozo y en su biografía cuenta que en el Instituto conoció cada día más a Dios, «que me ha traído hasta aquí de esta extraña forma».
La Señora de Michieli volvió del Sudán a llevarse a su hija y a Bakhita, pero con gran valentía Bakhita se negó a ir y prefirió quedarse con las Hermanas de Canossa. Bakhita pudo prevalecer porque la esclavitud era ilegal en Italia. El 7 de diciembre de 1893, a los 38 años de edad profesó en la vida religiosa.
Bakhita fue trasladada a Venecia en 1902, donde trabajó limpiando, cocinando y cuidando a los más pobres. Nunca realizó milagros ni fenómenos sobrenaturales, pero tenía fama de santidad. Siempre fue modesta y humilde, mantuvo una fe firme en su interior y cumplió siempre sus obligaciones diarias.
Mucho le costó escribir su autobiografía en 1910, la cual fue publicada en 1930. En 1929 se le ordena ir a Venecia a contar la historia de su vida. Luego de la publicación de sus memorias, se hizo muy conocida y viajaba por toda Italia dando conferencias y recogiendo fondos para su congregación.
Aunque la salud de Bakhita se fue debilitando hacia sus últimos años y quedó con mucho dolor en silla de ruedas, no dejó de viajar. Falleció el 8 de febrero de 1947 en Schio, siendo sus últimas palabras: «Madonna! Madonna!»
Miles de personas fueron a darle el último adiós, expresando así el respeto y admiración que sentían hacia ella. Fue velada por tres días.