“¡Oh SABIDURÍA, que saliste de la boca del Altísimo, alcanzando de uno a otro confín, y dispones todas las cosas con fuerza y con suavidad! ¡VEN a enseñarnos el camino de la prudencia!” (Eclo 24, 5; Sab 8, 1)
Esta primera Antífona está entresacada del libro del Eclesiástico y de la Sabiduría.
El libro del Eclesiástico, en este capítulo 24, el más importante del libro, recoge el punto más álgido de la revelación del AT sobre la Sabiduría.
Se habla de la Sabiduría como atributo divino que se manifestó en la Creación y en la Ley.
Sus maravillosas obras están a la vista de todos. No necesita quien pregone sus atributos.
Tiene origen divino, y existe desde toda la eternidad en Dios, y se manifestó al comienzo del tiempo en su Palabra poderosa, que, como nube, se derramará sobre la tierra para fecundarla, del mismo modo que se infundirá en el seno de una Virgen, en la plenitud de los tiempos, para fecundarla de modo que la contemplemos en carne mortal, hecha hombre, que vendrá para juzgarlo todo con suavidad
Por eso imploramos su venida para que nos enseñe a vivir bajo la verdadera sabiduría que nos ayude a discernir en el corazón lo que está bien y lo que está mal, y aprendamos, así, el arte del bien vivir.