El Concilio III de Toledo (589) fue convocado por el rey Recaredo asumiendo responsabilidades que lo acercaban a iniciativas similares de los emperadores romanos y bizantinos.
Convocó este Concilio al que debían acudir los obispo y otras personalidades eclesiásticas de los territorios que se encontraban bajo su autoridad en España y en las Galias.
Las razones de esa convocatoria era que los Padres conciliares diesen gracias a Dios con motivo de los hombres que vuelven a Cristo. Era el fin de la prepotencia arriana visigótica en España. Estaba comenzando la unidad católica.
Además del gesto de Recaredo, ha de destacarse el de su mentor, el obispo San Leandro, junto con otros.
San Leandro fue encargado por el rey Leovigildo, al final de sus días, a que diese la instrucción a su hijo Recaredo, hermano de San Hermenegildo el cual también había estado bajo la tutela de San Leandro. Finalmente, se puede datar la conversión al catolicismo de Recaredo en 587. Además de la formación dada por el obispo santo de Sevilla, habría que tener en cuenta la impresión que dejase el martirio de su hermano San Hermenegildo a instancias de su propio padre.
El Concilio de la unidad católica de España terminaría con una homilía de clausura de San Leandro que es considerada la “hermosa desconocida” por el historiador Jacques Fontaine.
En esta homilía, San Leandro daba gracias a Dios por la conversión del pueblo de los godos a la fe católica. Se considera una pieza de una belleza y un valor literarios muy dignos de estima. La homilía sella y remata como un “Te Deum” la conversión de los godos a la ortodoxia nicena. San Leandro mostrará una rebosante cultura bíblica y exegética.
El tema abordado por el metropolitano de Sevilla es el gozo de la Iglesia ante esta conversión: un gozo que recompensa los sufrimientos anteriores causados especialmente por los arrianos godos a la población hispanorromana, de mayoría católica. Si antes se lamentaban los hispanorromanos de la rudeza goda, ahora se gozan en su conversión. La paciencia de la Iglesia perseguida hace que ésta se dilate más y logra vencer o ganar a sus émulos.
Hermosos es el sentido de universalismo católico que muestra el texto y que San Leandro expresa con absoluta nitidez.
San Leandro exhortará a alegrarse por los pueblos separados que perecían y ahora han vuelto a Cristo en un única Iglesia, unidos en ella por la caridad como casa de oración que ese de todas las gentes. Y es que Dios no ha permitido que los pueblos por los que el Unigénito derramó su Sangre se pierdan. La conversión de los godos ha sido una victoria sobre el diablo y merece la alegría de los cristianos.
Este sentido eclesiológico de la unidad en la homilía de San Leandro se complementa con su visión de las herejías, en la cual tiene especialmente presente al arrianismo que acaba de ser vencido en la España visigótica. No hay sitio para la herejía, que es una “meretriz” que ama a Cristo con amor adulterino como una concubina, frente al amor esponsal con que le ama la verdadera Iglesia.
San Leandro integra su conciencia de pertenencia a la España visigótica en el marco universalista de la Iglesia Católica, en la cual se ven hermanados en la caridad todos los pueblos y reinos de la tierra bajo el gobierno único de Cristo Señor.