Las acciones simbólicas son oráculos en acción. Ezequiel interpretaba la muerte de su esposa como señal de la desgracia que se cierne sobre Jerusalén, y la sobriedad de su luto como prototipo de mesura de los deportados, a pesar de su dolor.
Anteriormente había reflejado el asedio y destrucción de Jerusalén bajo acciones sorprendentes: dibujar en un adobe un asalto militar, acostarse sobre un costado durante un tiempo y luego sobre el otro, comer y beber cantidades exiguas y tasadas de agua, afeitarse la cabeza y esparcir los cabellos de forma casi ritual.
Asimismo, salir de casa a escondidas con el hato de fugitivo muestra la penuria de los que saldrían al destierro con escasez de agua y de pan.
Otros gestos como batir palmas o patalear, volverse hacia los conmina, lanzar gemidos, reflejan la intensidad de las manifestaciones externas del profeta. Algunos comentaristas han interpretado estas acciones simbólicas como meros recursos literarios que nunca se llevaron a efecto; otros, las aceptan como reales.
La mayoría han entendido su valor pedagógico, sin encontrar motivos suficientes para negar su historicidad.