- San FELICIANO, mártir. Cartago. (s. III).
- San HONORATO, obispo. Vercelli. Discípulo de San Eusebio en el monasterio y compañero suyo también en la cárcel, sucedió a su maestro en la sede, para seguir enseñando la doctrina verdadera, y a la hora de la muerte mereció dar el viático al obispo San Ambrosio. (s. IV).
- San ZENOBIO, presbítero y mártir. Sidón, Fenicia. Animó a otros al martirio durante las persecuciones de Diocleciano. Finalmente, él también lo padeció. (s. IV).
- San ABRAHÁN, anacoreta. Edesa. (366).
- San TEODARIO, abad. Vienne, Galia. Discípulo de San Cesáreo de Arlés. Estableció unas celdas para monjes y fue designado por el obispo como intercesor ante Dios y presbítero penitenciario para todos los habitantes de la ciudad. (575).
- San COLMÁN, obispo. Hibernia. (632).
- San DODÓN, abad. Cambrai. Presidiendo el monasterio de Wallers, prefirió retirarse a la vida eremítica. (s. VIII).
- Beato CAYETANO ERRICO, presbítero. Nápoles. Fomentó los retiros espirituales y la devoción a la Eucaristía, para ganar almas para Cristo, y fundó la Congregación de Misioneros de los Sagrados Corazones de Jesús y María. (1860).
Hoy recordamos especialmente a SAN NARCISO
Narciso nació a finales del siglo I en Jerusalén y se formó en el cristianismo bebiendo en las mismas fuentes de la nueva religión. Debieron ser sus catequistas aquellos que el mismo Salvador había formado o los que escucharon a los Apóstoles.
Era ya presbítero modelo con Valente o con el Obispo Dulciano. Fue consagrado obispo, trigésimo de la sede de Jerusalén, en el 180, cuando era de avanzada edad, pero con el ánimo y dinamismo de un joven. En el año 195 asiste y preside el concilio de Cesarea para unificar con Roma el día de la celebración de la Pascua.
Permitió Dios que le visitara la calumnia. Tres de sus clérigos —también de la segunda o tercera generación de cristianos- no pudieron resistir el ejemplo de su vida, ni sus reprensiones, ni su éxito. Se conjuraron para acusarle, sin que sepamos el contenido, de un crimen atroz. ¡Parece fábula que esto pueda pasar entre cristianos!
Viene el perdón del santo a sus envidiosos difamadores y toma la decisión de abandonar el gobierno de la grey, viendo con humildad en el acontecimiento la mano de Dios. Secretamente se retira a un lugar desconocido en donde permanece ocho años.
Dios, que tiene toda la eternidad para premiar o castigar, algunas veces lo hace también en esta vida, como en el presente caso. Uno de los maldicientes hace penitencia y confiesa en público su infamia. Regresa Narciso de su autodestierro y permanece ya acompañando a sus fieles hasta bien pasados los cien años. En este último tramo de vida le ayuda Alejandro, obispo de Flaviada en la Capadocia, que le sucede.