(InfoCatólica) El texto comienza con una reflexión sobre el ambiente posterior al Concilio Vaticano II, que en ciertos círculos «se comenzó a temer el fin del catolicismo, o incluso a esperarlo con alegría». Sin embargo, según Benedicto XVI, la firmeza de Pablo VI y el optimismo de Juan Pablo II lograron preservar el espacio del cristianismo en la historia, aunque el desafío no se superó del todo. «El declive de los regímenes marxistas estaba lejos de haber constituido una victoria espiritual del cristianismo», indica el pontífice, y señala que, en lugar de ello, «la secularización radical se revela cada vez más como la visión dominante auténtica».
Ratzinger también analiza la modernidad y el radicalismo que esta ha traído consigo en torno a la idea de la libertad. «Desde sus inicios, la modernidad comienza con el llamado a la libertad del hombre», comenta, refiriéndose al luteranismo y al humanismo renacentista. A su vez, señala que en la actualidad, esta libertad ha llegado a un punto extremo, en el que «el hombre ya no tiene naturaleza, sino que ‘se hace’ a sí mismo», y en el que «ya no existe una naturaleza humana: es él quien decide lo que es, hombre o mujer». Este rechazo a la identidad natural del ser humano y la idea de que «el hombre se produce a sí mismo» es, según Benedicto XVI, una «auténtica amenaza para la fe», y advierte que la eliminación del Creador conduce inevitablemente a la «abolición del hombre». No obstante, insiste en que la respuesta a estos desafíos no puede limitarse a un debate intelectual, sino que requiere un testimonio cristiano de vida. «El ejemplo de vida de los cristianos debe ser más fuerte que el poder de las negaciones que nos rodean», subraya el Papa.
En el plano teológico, el texto también explora la relación entre la naturaleza humana y la libertad. Según Benedicto XVI, aunque parecen estar en conflicto, la naturaleza del hombre «es creación, y como tal, lleva en sí misma el ‘Logos’», lo que significa que el ser humano está llamado a vivir en comunión con Dios. Además, recuerda la figura de Cristo como el «nuevo Adán» que ofrece redención al hombre y una corrección a su naturaleza herida por el pecado original. «La historia del hombre es la historia de faltas siempre nuevas; por otro lado, la curación siempre está disponible», afirma, destacando la importancia de los sacramentos:
«El hombre es un ser que necesita sanación, perdón. El hecho de que este perdón exista como realidad y no solo como un bello sueño pertenece al corazón de la imagen cristiana del hombre. Ahí es donde la doctrina de los sacramentos encuentra su justo lugar. La necesidad del Bautismo y de la Penitencia, de la Eucaristía y del Sacerdocio, al igual que el sacramento del Matrimonio«.
Finalmente, Benedicto XVI concluye su reflexión señalando que no existe una única imagen del hombre cristiano, sino que se manifiesta en diversas figuras a lo largo de la historia, desde los apóstoles Pedro y Pablo hasta grandes santos como San Francisco de Asís y Santo Tomás de Aquino. «No existe ‘una’ imagen del hombre, sino muchas posibilidades y muchos caminos en los cuales se presenta la imagen del hombre».