Da la impresión que es un libro triste, llenos de lástima ante el dolor de la ruina, que podría inducir al pesimismo: son circunstancias muy duras en la historia del pueblo de Israel, parece que Dios se ha olvidado de sus promesas y de prestar auxilio a sus elegidos.
La lectura de estos cantos ayuda a captar las profundas convicciones de fe que subyacen a la penas y súplicas contenidas en ellos.
Tal vez la primera de esas enseñanzas sea la gravedad del pecado que ha arrastrado a tales desgracias: se recurrió al apoyo de alianzas o poderes humanos para buscar la salvación ante los enemigos, a la vez que se abandonaba a Dios. Por eso, el Señor permitió tal aflicción.
Pero junto a esta frustración, no falta una llamada a la confianza en Dios, aun en medio de las mayores pruebas y tribulaciones. En efecto, metidos, ni el Señor es un Dios lejano que permanezca ajeno a las necesidades de los hombres e indiferente ante el curso de los acontecimientos.