1. Santos DASIO, ZÓTICO y CAYO, mártires. Nicomedia. Servidores del emperador Diocleciano. Fueron acusados falsamente de haber incendiado el palacio. Fueron condenados a muerte. Los arrojaron al mar con una piedra atada al cuello. (303).
2. Santa ÚRSULA y COMPAÑERAS, vírgenes y mártires. Colonia. (s. IV).
3. San HILARIÓN, abad. Chipre. Siguiendo las huellas de San Antonio, primero llevó una vida solitaria cerca de la ciudad de Gaza, y después fue fundador y ejemplo de la vida eremítica en esta región. (371).
4. San MALCO, monje. Antioquía de Siria. Ascético. (s. IV).
5. San SEVERINO, obispo. Burdeos. Nació en las regiones de Oriente, fue recibido calurosamente por San Amando, quien le quiso como su sucesor. (s. V).
6. Santa CILINA, madre. Laon, Galia. Madre de los Santos obispos Principio de Soissons y Remigio de Reims. (458).
7. San VIATOR, lector. Lyon. Discípulo y ministro del obispo Justo de Lyon, siguió a éste en su retiro a Egipto y en su muerte. (481).
8. San VENDELINO, eremita. Tréveris. (s. VII).
9. San MAURONTO, obispo. Marsella. Fue también abad del monasterio de San Victorca. (780).
10. Beato PEDRO CAPUCCI, presbítero. Cortona, Toscana. Dominico. Meditando sobre la muerte, se ejercitó en la vida espiritual y con su predicación exhortó a los fieles a evitar la muerte eterna. (1445).
11. San PEDRO YU TAECH’OL, mártir. Seúl. A los trece años exhortaba a los compañeros de cárcel a aceptar los tormentos, y consumó su martirio al recibir cien azotes y ser estrangulado. (1839).
Hoy recordamos especialmente a SANTA LAURA de SANTA CATALINA de SIENA MONTOYA y UPEGUI
Nació en Antioquía de Colombia en 1874.
Familia muy católica.
A los dos años perdió a su padre en la guerra, quedando la esposa y los tres hijos en la suma pobreza, porque les fueron confiscados sus bienes.
Laura aprendió a perdonar y a afrontar los problemas.
A los 16 años ingresó en la Normal de Institutoras de Medellín, donde obtuvo una buena preparación académica.
Su profesión de maestra la llevó por varias poblaciones, lo cual le ayudó a conocer de modo más profundo la realidad colombiana.
Trabajando como maestra, se fue sintiendo llamada a realizar lo que calificó como “la Obra de los indios”.
Para dar cauce a esta inquietud, comenzó por fomentar el celo misionero entre sus discípulas y buscar algunas personas que pudieran sintonizar con sus deseos.
Finalmente, acompañadas por su madre, en 1914, un grupo de “Misioneras catequistas de los indios” salía de Medellín hacia Dabeiba.
Tuvieron que sufrir dificultades e incomprensiones, pero, apoyadas por el obispo de Santa Fe de Antioquía, Maximiliano Crespo, fue tomando cuerpo la nueva familia religiosa: las religiosas de María Inmaculada y Santa Catalina de Siena, que se extendieron prodigiosamente durante la vida de la fundadora.
Laura pasó nueve años en silla de ruedas sin dejar su apostolado de la palabra y de la pluma.
Después de una larga enfermedad y penosa agonía, murió en Medellín en 1949.