En este libro que estamos conociendo no se describe la caída de la Ciudad Santa ni los pormenores de su desgracia, sino que se pinta su dolor con trazos enérgicos.
Se tratar de mover a reflexión ante lo sucedido y a sacar consecuencias.
Así, este Libro ha tenido que ser compuesto después de la caída de Jerusalén, que tuvo lugar en 587 a.C.
El autor ofrece dudas a la crítica. No está claro que fuese el propio Jeremías.
En la Antigüedad era común lamentarse por medio de cantos de las destrucciones de ciudades y templos. Así se comprueba en escritos sumerios respecto a la ruina de Ur, Sumer, Nippur, Eridu, Uruk, y que se datan en torno al segundo milenio antes de Cristo.
Esta costumbre se mantuvo hasta que Babilonia cae ante los seleúcidas, implantándose de este modo la cultura helenista.
Por tanto, no es extraño llorar la Ciudad Santa ante su desolación en el momento en el que se produce su devastación y se compusiesen a tal efecto lamentaciones.
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