Hoy, 30 de septiembre, la Iglesia celebra a:

by AdminObra
  1. San ANTONINO, mártir. Piacenza. (s. inc.).
  2. Santos URSO y VÍCTOR, mártires. Solothurn. Pertenecían a la Legión Tebea. (320).
  3. San GREGORIO, “ILUMINADOR”, obispo. Armenia. Después de muchos trabajos se retiró a una cueva cercana a la confluencia del Éufrates ramificado, y allí murió. Apóstol de los Armenios. (326).
  4. Santa EUSEBIA, virgen. Marsella. Fiel servidora de Dios desde la juventud hasta la ancianidad. (497).
  5. San HONORIO, obispo. Canterbury. Antes monje romano. Enviado por el papa San Gregorio Magno como compañero de San Agustín para evangelizar Inglaterra, al que finalmente sucedió en el obispado. (653).
  6. San SIMÓN, monje. Roma. Antes Conde de Crépy en Francia. Renunciando a la patria y al matrimonio y a todo, eligió la vida monástica y después la eremítica en las montañas del Jura. Reclamado como legado de paz para conciliación de príncipes, murió en Roma. (1082).
  7. San AMADO, obispo. Campania. (1093).
  8. San ISMIDÓN, obispo. Die, Galia Lugdunense. Enamorado de los Santos Lugares, por dos veces peregrinó piadosamente a Palestina. (1115).
  9. Beata FELICIA MEDA, abadesa. Las Marcas. Clarisa. (1444).
  10. Beato JUAN NICOLÁS CORDIER, presbítero y mártir. Rochefort. Jesuita. Suprimida la Compañía, siguió ejerciendo el ministerio sacerdotal en la región de Verdún, hasta que en la Revolución Francesa, en una fase recrudecida, fue encarcelado por ser sacerdote y alojado en una nave donde murió de hambre e inanición. (1794).
  11. Beato FEDERICO ALBERT, presbítero. Turín. Siendo párroco, fundó la Congregación de Hermanas de San Vicente de Paúl de la Inmaculada Concepción, destinada a la redención de las gentes caídas en la miseria. (1876).

 

Hoy destacamos especialmente a SAN JERÓNIMO

Hijo de una familia rica y cristiana. Nació en Estridonia, en los confines de Dalmacia y Pannonia, en 347.

A los doce años fue enviado a Roma para hacer estudios clásicos.

Se apasionó por los clásicos latinos y griegos, sobre todo por Virgilio.

Llegado a la juventud, no perdió la fe cristiana aprendida en el hogar. Pero sí se dejó llevar por algunas pasiones.

Pero Dios lo iluminó, hizo el catecumenado y fue bautizado en Roma en 365, por el papa Liberio.

Marchó después a Tréveris, y luego a Aquileya, ya con la decisión de estudiar Teología y de llevar una vida ascética, o hacerse monje.

Disgustado con su familia porque se oponía a que su hermano hiciera voto de virginidad, marchó a Oriente y se estableció como asceta en Antioquía de Siria, ocupando el tiempo en la lectura de la Sagrada Escritua y en el estudio de griego y el hebreo.

Acusado de sabelianismo (desviación herética que disminuía la distinción entre las Personas de la Santísima Trinidad) se trasladó a Antioquía, donde el obispo lo convención de que se dejara ordenar sacerdote.

Fue después a Constantinopla, donde escuchó y trató a San Gregorio Nacianceno y San Gregorio de Nisa.

En 382, acompañado de Paulino de Antioquía y de San Epifanio, volvió a Roma. Aquí, el papa San Dámaso lo hizo secretario y le encomendó la tarea de establecer un texto oficial y único de la antigua versión de la Biblia en latín.

A la vez que se ocupaba en esta tarea, Jerónimo dirigía un grupo de fervorosas mujeres cristianas, casadas y solteras, que se reunían para estudiar la Biblia y formarse en la casa de Santa Marcela.

El papa San Dámaso protegió este grupo de los chismes de los que fueron objeto. Pero al fallecer la presión de hizo insoportable, y San Jerónimo, junto con Santa Paula, y su hija Santa Eustoquio, y otros, se fueron a Belén.

Aquí construyeron dos monasterios, uno de hombres, del que Jerónimo sería el superior hasta su muerte, y otro de mujeres, donde se establecieron Paula y su hija.

Los 35 años de estancia de Jerónimo en Palestina fueron de fecundidad literaria.

Entre 390 y 405 hizo una nueva traducción de la Biblia al latín, traducción que dos siglos más tarde estaba ya impuesta en toda la Iglesia occidental.

Por su cercanía a San Agustín, participó en algunas controversias, especialmente contra los pelagianos, que sostenían la capacidad natural para salvarse. Y contra Helvidio defendió con ardor la perpetua virginidad de María.

Murió en Belén en 420. Tuvo un carácter difícil y fogoso.