- SANTOS ARCÁNGELES, MIGUEL, GABRIEL y RAFAEL.
- San EUTIQUIO, obispo y mártir. Tracia. (s. III).
- Santas RÍPSIMES, GAYANA y COMPAÑERAS, mártires. Armenia. (s. IV).
- San FRATERNO, obispo. Auxerre. (450).
- San QUIRÍACO, anacoreta. Palestina. Vida austerísima, que habitó en cuevas hasta casi nonagenario y defensor de la verdadera fe contra los errores de los origenistas. (557).
- San LIUDWINO, obispo. Renania. Fundador del monasterio de este lugar y muerto en Reims. (717).
- San ALARICO, presbítero y eremita. Isla de Ufnau, lazo de Zurich. (s. X).
- San MAURICIO, abad. Bretaña Menor. Abad del monasterio de Langonet y después del de Carnoet, de la Orden Cisterciense, fundado por él mismo. (1217).
- Beato CARLOS de BLOIS. Vannes, Bretaña Menor. Varón piadoso, manso y humilde, duque de Bretaña, que, pese a su deseo de ingresar como franciscano, se sintió obligado a vindicar el principado en contra de un adversario. Hombre constante en las desgracias, sufrió larga cárcel, y fue asesinado en una batalla. (1364).
- Beato NICOLÁS de FURCA PALENA, presbítero. Roma. Fundador del monasterio de San Onofre, en la colina del Janículo. (1449).
- San JUAN de DUKLA, presbítero. Lviv. Franciscano. Vivió una vida oculta y ascética, según la usanza de los Observantes. Con ferviente dedicación pastoral a se dedicó a la cura de almas y fomento de la unidad de los cristianos. (1484).
- Santos MIGUEL de AOZARAZA, GUILLERMO COURTET y VICENTE SHIWOZUKA, presbíteros, dominicos; y LÁZARO de KYOTO y LORENZO de MANILA RUIZ, padre de familia; todos mártires. Nagasaki. Previo encarcelamiento durante más de un año por su condición de cristianos, sufrieron el suplicio de la cruz para ser decapitados después. (1636).
- San RENATO GOUPIL, mártir. Ossernenon, Canadá. Médico y cooperador con San Isaac Jogues, fue asesinado a golpes de hacha por un nativo. (1642).
- Beato JAIME MESTRE IBORRA, presbítero y mártir. Valencia. Capuchino. Martirizado durante la persecución religiosa en España. (1936).
- Beatos PABLO BORI PUIG, presbítero, y VICENTE SALES GENOVÉS, religioso. Valencia. El segundo, jesuita. Martirizados durante la persecución religiosa en España. (1936).
- Beato DARÍO HERNÁNDEZ MORATÓ, presbítero y mártir. Valencia. Jesuita. Martirizado durante la persecución religiosa en España. (1936).
- Beato FRANCISCO de PAULA CASTELLÓ i ALEU, mártir. Lérida. Martirizado durante la persecución religiosa en España. (1936).
Hoy recordamos especialmente al Beato FRANCISCO de PAULA CASTELLÓ i ALEU
Nació en Alicante en 1914. Su padre murió cuando todavía era muy niño, y la familia tuvo que trasladarse a Lérida. La madre, que era maestra, la trasladaron a Juneda, Lérida. Francisco ingresó interno en el colegio de los maristas de Lérida, estando estudiando aquí el bachillerato le comunicaron la noticia de la muerte de su madre. Tenía dos hermanas, y eran huérfanos. El jesuita Joan Calaf, y su tía María Castelló, se hicieron cargo de ellos. Francisco terminó el bachillerato brillantemente.
Becado marchó a estudiar Química al Instituto fundado por el padre Eduardo Victoria, en 1930. Trabajó, y su nómina no llegaba a casa, porque se mostraba solidario con los pobres. En su vida tendrán mucha importancia los Ejercicios Espirituales, que le ayudarán a centrar su vida espiritual. Fue un joven que irradiaba alegría. Mientras estudiaba en Barcelona, se produjo la República y la creación de la Generalitat, aunque Francisco la apoyó, decidió no entrar en política al darse cuenta la persecución religiosa. El Instituto jesuita donde estudiaba fue incautado, y junto con su amigo jesuita Román Galán, terminó sus estudios, en Oviedo, donde obtuvo la Licenciatura en 1934.
Regresó a Lérida donde trabajó y observó las necesidades de instrucción de los trabajadores, por eso ingresó en el Movimiento de Jóvenes Cristianos de Cataluña, dependiente de la Acción Católica. Conocidos como los “Fejocistas” constituyeron un fuerte movimiento cristiano de juventud; más de 300 murieron por la fe durante los días de la guerra civil. La razón del Movimiento fue la formación y la acción; centrada sobre todo entre los más marginados de la sociedad. También se ocupó del Movimiento Scout. Fue socio del Centro Excursionista de Lérida. En 1935 trabajó como ingeniero químico en la fábrica Cros S.A. de Lérida.
En 1936, se comprometió con María Pelegrí Esquerda, Mariona, a quien amó profundamente. En este mismo año ingresó en el ejército de la República como soldado de complemento. Fue un buen soldado y no escondió su condición de cristiano. La guerra civil le sorprendió mientras realizaba el servicio militar que, consciente de la gravedad del momento, no quiso esconderse, sino ofrecer su juventud –tenía 22 años- en sacrificio de amor a Dios y a los hermanos, dejándonos tres cartas, ejemplo de fortaleza, generosidad, serenidad y alegría, escritas antes de morir a sus hermanas, a su director espiritual y a su novia, María Pelegrí. “No puedo sentir pena alguna por mi suerte. Una alegría extraña, interna, intensa, fuerte, me invade. Quisiera hacerte una carta triste de despedida, pero no puedo. Estoy todo envuelto en ideas alegres, como de un presentimiento de la gloria”.
En el momento del Alzamiento, fue arrestado por ser cristiano, pero se le ofreció la libertad, si escondía su fe. Pasó en prisión dos veces, siempre estaba alegre, a pesar de los insultos de sus guardianes. En el juicio, como no lo pudieron acusar de nada político, le acusaron de ser católico y le condenaron a muerte, el Presidente del tribunal, dijo que podía defenderse y él respondió: “No hace falta. ¿Para qué? Si el ser católico es un delito, acepto muy a gusto ser delincuente, ya que la mayor felicidad que puede encontrar una persona en este mundo es morir por Cristo. Y si mil vidas tuviera las daría sin dudar un momento por él…”
Durante los momentos antes de su ejecución, escribió tres cartas: a su novia, a las dos hermanas y a la tía, y al jesuita su amigo. Antes de morir en el cementerio de Lérida dijo: “Os perdono a todos. Hasta la eternidad”. Todos gritaron “Viva Cristo Rey”.